Ciudad de México. El futuro de Siglo XXI Editores está garantizado, no está en riesgo su espíritu ni se va a traicionar a los lectores, asegura su director, Jaime Labastida (Los Mochis, 1939).
Así responde a los socios que las recientes semanas han manifestado su preocupación e indignación por la venta de títulos que el escritor (accionista mayoritario) hizo a empresarios de Chihuahua que no se dedican al mercado editorial.
“Es una traición al legado de quienes fundamos Siglo XXI, fruto de rebeldías. Todo se hizo en secreto”, revira Iván Restrepo, también accionista de esa instancia. En entrevista con este diario, el articulista narra la sorpresa que le causó a él y otros colegas recibir un correo electrónico donde se les cita a asamblea para el 19 de marzo, en la cual se les informará oficialmente que el nuevo socio mayoritario es el dueño de la empresa Merkcent Consulting and Funding, dedicada a la capacitación de personal.
Labastida reitera a La Jornada que los temores “son infundados, (quienes protestan) no se han tomado la molestia de preguntar e investigar, sino que han hecho afirmaciones carentes de bases. La empresa está viva y así seguirá.
“Los nuevos inversionistas, gente joven, han planteado de manera clara que quieren hacer una inversión de recursos, con nuevas tecnologías, para que ésta se desarrolle, y con toda humildad han dicho que quieren aprender de nosotros, los percibo de buena fe.
“La asamblea de la próxima semana tiene como objeto ratificar al actual consejo de administración, a mí como director y asegurar que se mantiene la linea editorial de Siglo XXI, que se conserva la planta de trabajadores. No veo nada inconveniente, al contrario. La compraventa ya esta hecha, ya se cumplió, ya no soy accionista de Siglo XXI. Voy a asistir a la asamblea en calidad de director general, tendré derecho a voz pero no a voto.
“Los nuevos accionistas pertenecen a una empresa mexicana con una diversidad de inversiones, quieren diversificarse más. Los percibo con ideas nuevas; por ejemplo, para abrir nuevos mercados, desarrollar Siglo XXI Argentina y el sello Anthropos en España.
“Deseaba retirarme, pero me han pedido que permanezca al frente un año o un poco más, yo decidiré cuánto, por lo menos para acompañar el tránsito tranquilo con un nuevo director, al cual quieren que adiestre y aconseje. Me parece una transición de buena manera, no hay brusquedad.”
En charla aparte, Restrepo cuenta que luego de 30 años de no recibir comunicación por parte de Siglo XXI, le llamaron para recordarle que era accionista y le enviaron la convocatoria a la asamblea. “La sorpresa fue enterarnos que Jaime había vendido 58.5 de sus acciones a una empresa que nadie conoce, cuyo origen no hemos podido localizar o qué hacen en realidad.
Nula experiencia
“Esto quiere decir que Siglo XXI queda en manos de compradores sin experiencia en el campo editorial, no se les conoce ninguna tarea que tenga que ver con la cultura. Lo correcto para un intelectual de grandes polendas, como se ha pensado que es Jaime Labastida, sucesor de Arnaldo Orfila, el fundador de Siglo XXI, es que sus colegas supiéramos de antemano que iba a vender, pero fue un misterio.”
Restrepo reconoce que los accionistas originales se fueron retirando “desde que Jaime tomó las riendas. Nos fuimos alejando, quizá irresponsablemente, al ver que el nuevo director no continuaba la ruta y la visión de Orfila, esa es la verdad, pero en paralelo, Jaime fue comprando acciones en algunos casos de mala manera”.
En un artículo publicado en este diario el 1º de marzo, la investigadora Tatiana Coll, también accionista y ex secretaria de Orfila, afirma que la venta fue por 7 millones de dólares, “sin realmente importarle lo que esta empresa pretenda hacer con Siglo XXI. ¡Qué inmenso abismo ético!”
El director de la editorial niega que esa sea la cifra en la que se realizó la transacción: “no puedo decir la cantidad porque hay un convenio de confidencialidad, pero es sensiblemente menor”.
Los accionistas molestos con la venta también publicaron un manifiesto en el que acusan que hay un “deterioro” en la editorial. Labastida es contundente: “estamos lejos de ello. Al contrario, ha habido una consolidación. La recibí en octubre de 1990 en situación de quiebra, no valía nada, llevaba años de pérdidas constantes. A partir de 1992 ha tenido ganancias cada año y los dividendos se han reinvertido, por eso se revaloró, por eso ahora se asombran, pues creían que era una empresa pequeñita. Es mediana y se sostiene gracias a que vive de sus ventas y está bien administrada.
“En 2020, año de la pandemia, no despedimos ni redujimos el salario a ningún trabajador, no hemos solicitado ningún crédito, no hemos recibido auxilio del gobierno federal, repartimos utilidades de 2019 y vamos a terminar este año con un pequeño margen de ganancia. ¿Ese es el deterioro del que hablan ellos?
“Algunos de los accionistas son autores de Siglo XXI y han recibido las regalías que les corresponden. Llevarla a flote obviamente ha sido con el esfuerzo de los autores, los trabajadores y del consejo de administración. Los accionistas que ahora me acusan ¿qué le han dado a la empresa? Lo ignoro, quizá prácticamente nada.”
El director cuenta que las acciones las ha comprado “con gran esfuerzo” a lo largo de 30 años. Narra que a Elena Poniatowska, quien facilitó su casa para que ahí iniciara Siglo XXI, se le pagó la renta con acciones, las cuales ella entregó a sus hijos. “Años después, uno de ellos las ofreció en venta, y fui uno de quienes las compró, ¿eso tiene algo de deshonesto, incorrecto o ilegal? Creo que a Elena ya se le olvidó”.
Acerca de las acciones de Orfila, de las que también se le acusa de haberse “apoderado”, el poeta señala que “Orfila nunca fue accionista principal, él tenía 21 mil 414 acciones y su esposa, Laurette Séjourné, 2 mil 984, lo cual representa 1.2 por ciento del total de las acciones de la editorial. Con ésas se quedó Guadalupe Ortiz y fue ella quien se apoderó de otro 80 por ciento, a ella deben de preguntarle porqué lo hizo, no a mí. Hace tres años, le compré a Guadalupe, de buena voluntad, el total de su paquete accionario, el cual incluía sus acciones y las de su esposo.
“Hace más de un año informé al consejo de administración la intención de vender mis acciones. No tenía por qué avisar a los otros accionistas, pues no hay un aumento de capital. Fue asombroso que en medio de la pandemia se acercaran para ofrecerme comprar mis acciones, en las condiciones actuales que eso suceda es raro y no podía desaprovechar la oportunidad. No le avisé a nadie porque no las puse a la venta en el mercado libre ni en subasta.
“La asamblea del 19 de marzo posiblemente no será tersa, pero espero que sea racional. La editorial responde a los intereses de la intelectualidad y de los universitarios mexicanos y eso seguirá siendo; lejos de ser el fin, es una nueva eta-pa”, concluyó.