La pandemia sanitaria del Covid-19 es una crisis nacional, continental y mundial, pero con un efecto doblemente dramático: lastima más la salud, la vida y la economía de los más pobres y agudiza la desigualdad social, los extremos de la riqueza y la miseria, una escala ya de por sí muy grave antes de este flagelo devastador, el mayor reto del siglo XXI.
Esa fue, en sus propios términos, una de las principales conclusiones de un documento analizado en la etapa preparatoria, virtual, del Foro Económico de Davos 2021, el mes pasado, a celebrarse de manera presencial en agosto próximo, un informe global presentado por las 19 organizaciones no gubernamentales que conforman Oxfam, con el título ilustrativo de El virus de la desigualdad.
En el estudio advierten que los contrastes que ha evidenciado y potenciado la pandemia nos colocan hoy a todos los seres humanos en una espiral de incremento de las desigualdades, principalmente en las vertientes sanitaria y económica, especialmente para las niñas y los niños, en la construcción de las bases para el futuro inmediato y mediato.
Un dato contundente del efecto contrastante de la pandemia en la economía de los distintos segmentos de la población es, en su diagnóstico, que “recuperar el nivel de riqueza previo a la pandemia les tomó nueve meses a las personas más ricas del mundo; para el resto de la humanidad, volver a las condiciones de antes de marzo del 2020 podría tardar más de 10 años”.
El informe destaca que en el periodo de la pandemia la fortuna de las 10 personas más ricas del mundo ha aumentado en 500 mil millones de dólares. Esta cantidad sería suficiente para financiar una vacuna universal y garantizar que nadie caiga en pobreza a causa de la emergencia sanitaria. El resto de la humanidad enfrenta la peor crisis laboral en más de 90 años y cientos de millones de personas están subempleadas o sin trabajo.
Respecto del mundo, el diagnóstico y propuesta es que “un impuesto temporal sobre las ganancias de las 32 multinacionales que mayor riqueza han acumulado desde que comenzó la pandemia permitiría recaudar 104 mil millones de dólares sólo en 2020. Esta cantidad sería suficiente para financiar las prestaciones sociales de personas de los países de renta media y baja”.
En cuanto al subcontinente americano, la Cepal, en un informe dado a conocer por su secretaria ejecutiva, Alicia Bárcenas, el jueves 4 de marzo, llega a conclusiones desgarradoras en el impacto social de la pandemia: señala que el nivel de PIB per cápita en 2020 retrocedió a los registrados en 2010, con un importante deterioro en el empleo, y especialmente en el indicador de la pobreza, con un retroceso de 12 años en su versión moderada y 20 años en la pobreza extrema, así como en la desigualdad social, donde hubo un alza de 4.7 por ciento en el coeficiente de Gini, es decir, una mayor desigualdad. El incremento por país, entre los 17 analizados, varía entre uno y 8 por ciento.
Los datos duros evidencian en particular una agudización de la desigualdad social en México: el Coneval informó, en su último balance, que entre el tercer trimestre de 2019 y el tercero de 2020 el coeficiente de Gini aumentó de 0.49 a 0.54, un aumento de casi 0.05 puntos en un año. Es decir, hoy el ingreso, que en el global nacional disminuyó con la caída de 8.5 por ciento del PIB, se ha concentrado en los sectores de mayor poder adquisitivo.
El grado exponencial de la desigualdad lo ilustra también el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (Cesop) de la Cámara de Diputados, en un estudio publicado el segundo semestre de 2020: “Los seis mexicanos más ricos del mundo acumulan ocho veces más riqueza que el conjunto de 62 millones de personas de las más pobres en el país y tres veces más riqueza que el resto de los mexicanos, por lo que nuestra nación forma parte del grupo de países más desiguales del planeta y ocupa el último lugar entre los integrantes de la OCDE”.
De igual manera, el estudio revela que 10 por ciento de las empresas concentraron 93 por ciento de activos físicos y 90 por ciento restante dispuso de muy pocos bienes de capital. Dos terceras partes de los activos físicos y financieros se encuentran en manos de 10 por ciento de las familias del país.
La conclusión de Oxfam-México respecto a la magnitud de desigualdad es que “si se utilizara la riqueza acumulada durante la pandemia por las 12 personas más ricas de México, se podría cubrir dos veces el gasto programado del IMSS para este 2021 en servicios de salud y alcanzaría para comprar las dosis suficientes para vacunar a toda la población”.
En suma, no sólo la pobreza laboral y el desempleo se han incrementado con la pandemia, como expusimos en nuestra pasada colaboración, sino también la desigualdad social: hay menos ingreso y ahora peor distribuido.
Por eso requerimos, hacia una nueva hegemonía política en proceso de construcción, de un nuevo modelo económico que impulse el desarrollo, genere riqueza y redistribuya el ingreso. Un Estado capaz de incentivar la generación de empleo, abatir la pobreza, reducir la desigualdad y apuntalar sistemas de seguridad social, de salud, educación y cultura, fuertes y eficientes, a la altura de la contingencia y más allá de ella.
*Presidente de la Fundación Colosio