La viveza en reacción ante actos de poder ha sido distintiva de movimientos políticos y sociales progresistas que han sabido aprovechar las circunstancias burocráticas, normalmente toscas o planas, para derrochar ingenio y cultura en una suerte de respuestas yudocas.
Practicante continuo de respuestas habilidosas y experto en convertir en ganancia mediática y política las torpezas cometidas desde el poder gubernamental en turno, el obradorismo (ya convertido en poder) ha sido rebasado por el movimiento feminista en general y, sobre todo, a partir de la colocación de una valla metálica frente a Palacio Nacional.
Las metálicas planchas verticales de contención de las muy probables manifestantes violentas de este lunes fueron convertidas de inmediato en un muro de denuncia, con un título directo: “Víctimas de feminicidio”, presidiendo el registro de nombres y apellidos de algunas que a lo largo y ancho del país han sido asesinadas por ser mujeres. Ayer, a esa escenografía por sí misma impactante, se añadió el aporte de flores, figuras de colores y listones morados. Todo un “antimonumento” que el gobierno federal colocó involuntariamente con Palacio Nacional como telón de fondo.
Esta es una de las pocas ocasiones en que Andrés Manuel López Obrador va a remolque, sin fijar la agenda e impelido a reacciones a la defensiva. “Muro de paz”, se ha dicho que es lo que en administraciones anteriores, sobre todo con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, era denunciado como actos de intimidación o represivos, absolutamente inaceptables. “No soy machista”, es otra frase defensiva pronunciada este domingo por el tabasqueño.
Analizada en frío, la instalación de esas vallas frente a Palacio Nacional puede ser una medida aceptable en busca de que no se repitan las escenas rutinarias de manifestantes y fuerzas policiacas en actos de provocación o de represión que siempre dejan un saldo de sangre. Además, está el ingrediente inocultable de los opositores a AMLO y la llamada 4T, que están impulsando la toma de acciones fuertes por parte del feminismo al que ahora se aferran como promotores, cuando antes lo han repelido y combatido.
Basta un repaso a cuentas relevantes de Twitter u otras plataformas de las redes sociodigitales para advertir el empuje que a las reivindicaciones feministas y al uso de la fuerza frente a “malos gobiernos” impulsan los factores de poder desplazados por el obradorismo.
Pero esa caracterización del oportunismo al que López Obrador llama “conservador” no es ni puede ser suficiente para deslegitimar al movimiento feminista en pleno. Claro que sus ácidos adversarios aprovechan lo que pueden, pero el fondo del problema de Palacio Nacional ha sido la confesa falta de entendimiento de lo que es el movimiento feminista y la lucha global contra el patriarcado. Todavía ayer, el político sureño volvió a fundir y confundir luchas feministas con maniobras políticas y electorales de sus contrincantes.
A este escenario complicado ha de sumarse la grosera manipulación morenista del caso Félix Salgado Macedonio, a quien se sostiene como candidato a la gubernatura de Guerrero, aunque se hacen malabares torpes para aparentar que las acusaciones de depredación sexual son analizadas y que una encuesta (de esas de las que nadie sabe, nadie supo) determinará la suerte del autodenominado “toro sin cerca”.
Otros políticos en activo asoman en la relatoría oscura que los grupos feministas denuncian: Andrés Roemer, de manera destacada, personaje que ha ocupado cargos diplomáticos y por largos años ha recibido dinero público para La ciudad de las ideas, en el contexto de Televisión Azteca y sus proyectos particulares financiados desde el erario, en este caso el poblano. Otro caso es el de Gabriel Quadri, quien fue candidato presidencial de Nueva Alianza y ahora busca ser diputado por Va por México. ¡Hasta mañana!
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