Diez años atrás, México SA publicó un imaginario interrogatorio registrado cinco siglos atrás, pero con tintes futuristas. Decía así: “Hernán Cortés preguntó a Cuauhtémoc ¿do está el oro que guardáis?, y el último tlatoani mexica, que no estaba precisamente en un lecho de rosas, le contestó: se lo llevarán los canadienses en pleno siglo XXI, tras graciosas cuan abundantes concesiones mineras otorgadas por el gobierno federal, especialmente de sello blanquiazul; así que no jodáis, capitán general de la Nueva España, que ustedes ya nos saquearon y nos volverán a saquear, pues, mediante Malinches neoliberales, se quedarán con la gran tajada del negocio bancario, el gas natural, la generación eléctrica y las obras públicas, entre otros tantos tesoros, mientras los hijos de la hoja de maple acapararán el áureo metal que tanto buscáis.
“Y el último tlatoani mexica tenía razón: cinco siglos después de su nada grata entrevista con el capitán general de la Nueva España, las mineras canadienses acaparan el oro mexicano y se estima que 30 centavos de cada dólar que genera la industria sectorial en el país van a parar a los bolsillos de dichos consorcios… A cambio, el erario mexicano obtiene, cuando está de suerte, entre 5 y 111 pesos por hectárea concesionada”.
Lo anterior viene a colación, porque al igual que en 2011, cuando se publicó dicho pasaje, La Jornada (Braulio Carbajal) ha documentado que en 2021 la situación ha empeorado (para el interés nacional, desde luego), toda vez que “seis de las 10 minas de oro más importantes del país están en manos de empresas canadienses, según datos oficiales, lo que da como resultado que casi 60 por ciento de ese metal precioso, considerado como el más importante del mundo, que se extrae de suelo mexicano, sea propiedad de una minera de Canadá.
“Con más de 70 mil kilogramos de oro anuales, que representan 64 mil millones de pesos, México es el noveno productor a escala mundial… Del total que produce México, cerca de 60 mil kilogramos salen de sus 10 minas de oro más grandes, de las cuales, seis son explotadas por empresas canadienses, que son Torex Gold, Agnico Eagle Mines, Equinox Gold, Alamos Gold, Pan American Silver y First Majestic (la que se niega a pagar al SAT 11 mil millones de pesos en impuestos atrasados), indica información de la Secretaría de Economía” (ídem).
Si de recordar se trata, también en 2011 La Jornada publicó un suplemento sobre la minería en el país, en el que se subrayaba: “tanto ha dado, y sigue dando esta tierra, que sólo en la primera década del siglo XXI, con dos gobiernos panistas (2001-2010), un pequeño grupo de empresas mexicanas y extranjeras –con las canadienses a la cabeza– extrajeron el doble de oro (…) que la Corona española atesoró en 300 años de conquista y coloniaje, de 1521 a 1821, en lo que hoy es México, de acuerdo con la estadística histórica del Inegi. En esa década panista, con Fox y Calderón en Los Pinos, los corporativos mineros obtuvieron 380 toneladas de oro (…) contra 182 en los tres siglos citados”.
Riqueza de ensueño, sin duda, pero el balance no cierra ahí, porque de 2011 a 2019 los corporativos mineros –especialmente canadienses– obtuvieron 882 toneladas adicionales, es decir, que en lo que va del siglo XXI los barones (con los del país de la hoja de maple a la cabeza) se quedaron con mil 262 toneladas de oro mexicano, o lo que es lo mismo, en apenas 20 años los dueños de este sector estructuralmente oligopólico obtuvieron un volumen casi siete veces mayor que en 300 años de Conquista.
En esas dos décadas las ganancias de los barones de la minería crecieron como la espuma (al igual que las concesiones otorgadas por los gobiernos panistas y priístas), pero no sólo por el aumento sostenido de la extracción de oro mexicano, sino por el incremento del precio internacional de dicho metal en el mismo periodo: 500 por ciento, modestamente.
Y el festín sigue.
Las rebanadas del pastel
Por cierto, en agosto de 2011 el entonces gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, anunció que nuestro país incrementaría sus reservas en oro, para lo cual adquirió 98 toneladas de ese metal extraído de minas mexicanas, por mineros mexicanos, en territorio mexicano y con dinero de los mexicanos. ¿A quién se las compró? A las mineras canadienses.