A dos años y medio de su presentación en el Festival Internacional de Cine de Morelia, finalmente es posible apreciar Leona (2018), primer largometraje del joven realizador mexicano Isaac Cherem, que vio largamente diferido su estreno por problemas de distribución y cuya salida en cartelera coincidió con el cierre de salas de cine debido a la contingencia sanitaria. A estos obstáculos se añadieron las reticencias que mostró el festival de cine judío en México para acoger este trabajo que describe, de forma muy crítica, una parte de la vida cotidiana de la comunidad judía en la Ciudad de México, con su carga de tradiciones, rituales y prejuicios, aunque también con su tradicional entramado de solidaridades. Un panorama complejo que el director supo explorar a través de una sencilla trama de desencuentros románticos.
La marginalidad en el edén. Ariela (Naian González Norvind, también intérprete de Nuevo Orden, de Michel Franco) es una joven inconformista de 25 años que ve con recelo el cúmulo de restricciones y deberes que la comunidad judía impone a las mujeres, que incluyen la aceptación resignada de un futuro esposo de acuerdo con la voluntad, conveniencia o capricho de la autoridad patriarcal doméstica. La película inicia con un ritual de purificación, por inmersión en el agua, mediante el cual una doncella queda preparada para ser digna del hombre para ella elegido. Ariela, testigo de esa escena, intuye que ese destino no es en absoluto el que desea para su vida. Tampoco el de una función procreadora programada al margen de su decisión. Su actitud muy poco ortodoxa es reprobable a los ojos de su madre (estupenda, Carolina Politi), quien sin embargo presume de su condición de mujer divorciada y de sus nuevas conquistas amorosas, por lo demás fallidas. Paralelamente Ariela descubre que la proverbial generosidad afectiva de su familia se frena bruscamente cuando los intereses de la comunidad están en juego. Todo mundo acude al rescate de la joven moralmente extraviada, desde su padre hasta su abuela (Margarita Sanz), también el propio rabino y un providencial asesor de conciencia encargado de enderezar conductas irregulares. Toda una industria doméstica del manejo de la culpa y de la reparación espiritual.
El escándalo mayor estalla cuando Ariela, pintora también de murales callejeros, se enamora de Iván (Christian Vázquez), un joven no judío al que, por supuesto, no puede ni siquiera presentar a su familia. Esta situación da lugar a las mejores escenas humorísticas de la película, como la reacción del padre de ella al conocer que el novio se llama Iván (“Qué bueno que no se llama Jesús”), o la sucesión de pretendientes correctos (es decir, miembros de la comunidad) que para la joven casadera ostentan los peores defectos de un hombre (egoísmo, fanfarronería o déficit de atención). En esta galería de galanes desangelados destaca Gabriel (Daniel Adissi), con su gracia involuntaria y su imposible tono de voz. Él es, sin duda, el más convencional y fresa de esos pretendientes conyugales y adorado por toda la familia de Ariela, por sus virtudes de buen comerciante en telas. Gabriel es incapaz también de formular cualquier demanda que no incluya un menesteroso “porfis”. El propio Iván, con su caracter voluble e irritable, tampoco aparece como la mejor opción fuera de la comunidad. En su proceso de madurez afectiva, Ariela deberá asumir sus propias decisiones muy al margen de la voluntad familiar. En hebreo, Ariela significa Leona.
La comunidad judía ha tenido notables representaciones en el cine mexicano, tanto en el terreno de la comedia como en el drama, pasando por el documental. Algunos títulos son emblemáticos: Novia que te vea, de Guita Schyfter; Cinco días sin Nora, de Mariana Chenillo, Un beso a esta tierra, de Daniel Goldberg, entre otros. La originalidad de este primer trabajo en largo de Isaac Cherem radica en plantear de modo frontal la paradoja de la existencia de una injusta marginalidad de género en el seno mismo de una comunidad que históricamente ha padecido una marginación todavía más brutal. La voluntad cuestionadora y testaruda de Ariela/Leona (interpretada con brío singular por una Naian González Norvind, a la vez coguionista y productora de la cinta), señala no sólo los prejuicios y las inercias culturales de su comunidad, sino, de modo más alusivo y amplio, las cargas de intolerancia que también pesan sobre otras minorías étnicas o sexuales. Plasmarlo a través de la aparente ligereza de una comedia no es el menor de sus atributos artísticos.
Se exhibe en la sala 4 de la Cineteca Nacional a las 17:45 y 20 horas, y en Cine Tonalá a las 20 horas.