Diez años después de que se desatara una ola de protestas contra los precios de los alquileres, la vivienda aún representa un gran problema en Israel que incluso empuja a algunos residentes de Tel Aviv a marcharse a un kibutz.
En verano de 2011, jóvenes instalaron un pueblo de tiendas de campaña en el bulevar Rothschild, en pleno centro, para protestar contra el aumento desenfrenado de las rentas y pronto se unieron cientos de miles de manifestantes que marcharon en varias ciudades al grito de “¡El pueblo exige justicia social!”
“desde entonces los precios no han dejado de subir”, afirma Stav Shaffir, una de las figuras de la revuelta de las tiendas, considerado el movimiento social más importante en Israel desde el de los Panteras Negras, en los años 70, que denunciaba entonces la discriminación de los mizrahim, los judíos del Este.
“La vivienda social –importante en los años 1960 y 1970– se ha reducido, de modo que casi todo el mundo está vinculado al mercado privado”, que no está sujeto a ninguna regulación.
Shaffir hizo adoptar en 2017 la ley de alquileres justos, que refuerza los derechos de los inquilinos y obliga a los propietarios a poner los departamentos en el mercado a precios razonables. “Deben estar en buen estado y las reparaciones están a cargo de ellos, que ya no pueden desalojar a los inquilinos con la misma rapidez de antes”, dice este activista de 35 años que dirige el partido ecologista Hayerukim.
Pero esta medida no ha tenido ningún impacto en el precio de los alquileres, que no están limitados en Israel, según el profesor Danny Ben-Shahar, director del Instituto Arlov de Investigación Inmobiliaria de la Universidad de Tel Aviv. Los bajos tipos de interés y el crecimiento demográfico en un país con alta tasa de natalidad y una inmigración sostenida han aumentado la demanda, que es más elevada que la oferta.
El resultado fue un aumento drástico en los precios de compra, que se reflejó en los alquileres, explica el experto. “La vivienda sigue siendo un gran problema en Israel, en particular en Tel Aviv”.
Esta metrópoli, clasificada como la quinta ciudad más cara del mundo por The Economist, por detrás de París, pero por delante de Nueva York y Ginebra, aumenta la distancia con otras ciudades del país. “Un apartamento de cuatro habitaciones cuesta 3 millones de séqueles (unos 755 mil euros, 918 mil dólares) en Tel Aviv, frente a 1.7 millones en otros lugares”.
El precio de alquilar un pequeño estudio es de 3 mil 300 séqueles (830 euros, mil dólares), el doble que en Haifa (norte), dice Tal Kopel, vicepresidente y director de ventas de Madlan, sitio web de operaciones inmobiliarias. La ciudad es conocida por sus terrazas, teatros y bares, “un estilo de vida liberal que atrae a mucha gente que no se ve viviendo en ciudades más conservadoras”.
en plena pandemia estos atractivos desaparecen en parte. La demanda de pequeños apartamentos es fuerte entre los solteros y las parejas, por eso muchas familias se marchan.
Afp