La decisión de Estados Unidos de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental ha vuelto a arrojar luz sobre el conflicto y con ello el debate sobre el derecho de los saharauis a la autodeterminación.
Según el relato predominante en los medios de comunicación, Marruecos habría obstruido el trabajo de la ONU, imposibilitando la consecución de una solución definitiva.
Sin embargo, una lectura objetiva y racional del Plan de Arreglo muestra la vacuidad de estas alegaciones. Pese a que Marruecos y el Polisario acordaron seguir adelante con el plan, ambas partes tenían múltiples discrepancias y reservas al respecto. Sus discrepancias desembocaron en el fracaso de todo esfuerzo encaminado a implementarlo.
Para el Polisario, los saharauis elegibles para participar en el referendo eran sólo aquellos incluidos en el censo español de 1974. Para Marruecos todos los saharauis con vínculos familiares o de sangre con la región eran elegibles, independientemente de si fueron incluidos o no en dicho censo.
El entonces secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, respaldaba la posición marroquí. De Cuéllar estimaba que el censo español de 1974 no podía servir como única base para un referendo y sostenía que, dado el modo de vida nómada de los saharauis –con el movimiento constante de personas y familias a través de las fronteras nacionales, ya sea para huir del colonialismo y de los conflictos, por razones económicas o para proseguir estudios– el censo español no pudo incluirlos a todos.
La posición que el Polisario mantuvo desde 1991 contrasta con la que había expresado a principios de los años 80. En junio de 1981, Marruecos propuso la celebración de un referendo sobre la base del censo español de 1974. Pero Argelia y el Polisario lo rechazaron, alegando que había 750 mil saharauis que tenían el derecho de participar en dicha consulta.
En su libro Sahara Occidental: anatomía de un estancamiento, Erik Jensen, ex jefe de la Misión de Naciones Unidas para el Referendo del Sahara Occidental (Minurso) entre 1994 y 1998, explica que los españoles mismos admitieron que su censo no abarcó todo el territorio, y muchos jefes tribales dijeron que miles de saharauis y refugiados fueron omitidos del mismo.
Las reservas
Erik Jensen considera que Marruecos y el Polisario nunca aceptaron plenamente el Plan de Arreglo de 1991. Aunque estuvieron de acuerdo en principio, tenían reservas que no fueron tomadas en cuenta.
Desde el principio, el plan no tenía posibilidades de ser implementado porque adolecía de una falla de procedimiento importante. Tanto Marruecos como el Polisario han tendido a interpretar sus párrafos más relevantes de manera diferente. Aun así, el Consejo de Seguridad lo adoptó.
El resultado de las deliberaciones que precedieron a la adopción del Plan de Arreglo podría haber sido diferente si los funcionarios de la ONU a cargo de redactarlo hubieran informado al Consejo de Seguridad de todas las reservas expresadas por las partes.
Issa Diallo, un miembro de confianza del grupo de trabajo de Pérez de Cuéllar a cargo de elaborar los detalles del Plan de Arreglo, jugó un papel mayor en el fracaso del plan. Según Jensen, Diallo llevó a cabo reuniones confidenciales separadas tanto con Marruecos como con el Polisario y luego no compartió las reservas de ambas partes ni con los demás miembros del grupo de trabajo ni con el Consejo de Seguridad. Lo anterior explica por qué Marruecos y el Polisario reaccionaron de forma furiosa cuando el Consejo de Seguridad presentó el plan.
Antes de la adopción del plan, Marruecos expresó reiteradamente su preocupación por muchos de los párrafos del proyecto. En una carta dirigida al secretario general el 30 de julio de 1990, el rey Hassan II expresó su frustración de que el documento presentado al Consejo de Seguridad no hubiera tenido en cuenta las reservas de Marruecos. Sin embargo, esta carta no alcanzó ni al Consejo de Seguridad ni al grupo de trabajo encargado de redactar el Plan de Arreglo.
La forma en que éste fue adoptado muestra que el principal objetivo de la ONU en ese momento era llegar rápidamente a un entendimiento entre las partes y poner fin a la guerra, en lugar de elaborar una propuesta viable que pudiera desembocar en una solución factible.
Las mismas discrepancias entre las partes persistieron a lo largo de los años 90. En un informe al Consejo de Seguridad en febrero de 2000, el entonces secretario general Kofi Annan enfatizó la falta de medios para hacer cumplir el resultado de un referendo incluso en el caso de que fuera posible organizarlo. Con lo cual instó a su representante personal, James Baker, a estudiar otras vías que pudieran ayudar a las partes a llegar a una solución política consensuada.
Partidarios del Polisario pueden persistir en su afán de hacer creer lo contrario y en tratar de controlar el relato sobre el conflicto, pero sería más edificante y constructivo que se reconciliaran con los hechos y se deshicieran de los puntos de vista tendenciosos y parcializados.
Cuanto más pronto los partidarios del Polisario admitan la realidad, acepten que el referendo nació muerto y comprendan que se deben buscar otras vías para conseguir una solución consensuada, será mejor para la paz, la prosperidad y la estabilidad en la región y, por ende, para los intereses de los países del Mediterráneo y el norte de África.
* Doctor, analista político, asesor político senior en una embajada árabe en Washington DC. Es cofundador y editor en jefe de Morocco World News