Armenia, república ex soviética que para sobrevivir como Estado necesita la decisiva presencia militar de Rusia, está inmersa en una grave crisis política que no es sino resultado de la lucha por el poder entre el primer ministro, Nikol Pashinian, la cúpula militar y la oposición, que no le perdona la humillante derrota frente a su vecino Azerbaiyán, apoyado por Turquía, en la reciente guerra por el disputado territorio de Nagorno-Karabaj.
Poco más de una semana después de empezar, sigue sin resolverse el conflicto entre el primer ministro y la cúpula militar, que en un hecho inusitado desde que es país independiente, exigió su dimisión en un comunicado del Estado Mayor del ejército firmado por 40 oficiales de alto rango.
El desafío castrense –que comenzó en respuesta a una desafortunada declaración de Pashinian, quien, pasados unos días, se vio obligado a reconocer su equivocación al afirmar que “estallaron al impactar sólo 10 por ciento de los misiles rusos usados en la guerra”– recibió el respaldo de la oposición, que se volcó a la calle para sumarse a la demanda, mientras el agraviado premier también sacó a sus seguidores, convirtiendo Ereván, la capital armenia, en escenario de manifestaciones simultáneas tanto en favor como en contra del gobernante.
En ese contexto, el presidente armenio, Armen Sarkisian, quiso dejar de ser una figura nominal e intentó mediar entre las partes, negándose en dos ocasiones a firmar el decreto que cesa al líder de los militares, Onik Gasparian, acusado por el primer ministro de encabezar un intento de golpe de Estado, que sigue ocupando el cargo.
Más temprano que tarde este enfrentamiento, que genera cada día más inestabilidad en Armenia, tendrá como desenlace o la renuncia forzada de Pashinian o la convocatoria de elecciones anticipadas. El problema es que el primer ministro no quiere dimitir y sólo acepta someterse al examen de las urnas bajo sus propias reglas, esto es, si antes se somete a referendo el cambio de sistema en el país de parlamentario a presidencialista.
Para Rusia, el único país del espacio postsoviético libre de injerencias foráneas es Armenia y cualquier cambio violento de gobernante ahí es “asunto interno de los armenios”, siempre que no afecte sus bases militares en la estratégica región del Cáucaso del Sur.