Si este texto hubiere de surgir con el consabido dramatis personae, tendría que mencionar antes que nada el DESTINO , timonel del tiempo, Cronos, “el que todo lo ve” –como señala el divino Sófocles– cuyos pies enarenados por la pasión del viaje, calzan el reposo, cuando lo vive, sólo como el andén de nuevos ires y venires; segundo actor LIBRE ALBEDRÍO, al horno demandante del pulmón. ¿Comparsa? o sólo actor secundario
nada contra corriente.
Pero, ojo con ello, no hay que confundir el destino con la fatalidad (o lo probable, clímax de lo posible, con el “ni modo”, esa canción guerrera de lo ineludible), ya que mientras el primero tiene vasos-de-vino comunicantes con la libertad, la segunda es una viajera que, antes de iniciar su jornada a lo largo y a lo ancho de la historia, dicta sentencia de muerte contra toda conducta que intentase prender el motor, pisar el manantial del escurrirse y tomar a dos manos el volante del libérrimo actuar del motu proprio. La fatalidad es un ventarrón invisible que mueve a los homúnculos –deletreando, una a una, las sílabas que forman la palabra inexorable– en dirección al designio. No hay vuelta de hoja. Lo fortuito, al mirarla, se sale del trayecto, aúlla su impotencia –sabe de la agonía del arbitrio– y se lame las heridas.
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Importante es tener en cuenta el árbol familiar en miniatura, el bonsái genealógico de la saga de Cadmo para no perdernos en la compleja historia donde la reencarnación no es carrera de relevo de las almas, sino de los más feroces aspectos del destino o una transmigración en que las maldiciones se cumplen con la seguridad con que el tiempo, feligrés de la puntualidad, jamás se retrasa, nunca es prematuro y realiza su encomienda:
❖ Cadmo, fenicio, hijo de Telefasa y Agenor y hermano de Europa (a la que, por órdenes de su padre, vino a buscar a Grecia). ❖ También esposo de Harmonía (o Ermione) y padre de Semele, Ágave, Autónoe, Ino, Polidoro. ❖ Penteo, hijo de Ágave y nieto de Cadmo. ❖ Polidoro y Nicteis, padres de Lábdaco. ❖ Lábdaco, progenitor de Layo. ❖ Layo y Yocasta, padres de Edipo. ❖ Yocasta y Edipo, padres de Polinices, Eteocles, Antígona e Ismene. ❖ Creonte, hijo de Meneceo (o Megareo), hermano de Yocasta, esposo de Eurídice y padre de Meneceo y de Hemón.