El pensador, poeta y activista Enrique González Rojo Arthur, dedicado a la tarea de deletrear el infinito, falleció a los 92 años este viernes en la Ciudad de México, confirmó su viuda Alicia Torres.
El político, filósofo y poeta tuvo “una muerte tranquila, en el sueño”, luego de convalecer de una enfermedad respiratoria que sufrió hace un año, informó Torres a La Jornada.
Adelantó que se acordó con autoridades culturales que González Rojo Arthur recibirá un homenaje en el Palacio de Bellas Artes cuando sea seguro, ya que aún existe riesgo para los asistentes dada la pandemia de Covid-19.
Aunque desde la tarde de ayer se le despide en la agencia funeraria Gayosso ubicada en la calle Colima, Torres sostuvo que “cuando estemos vacunados será el momento de homenajearlo”.
En un breve mensaje en la página de Facebook del escritor y filósofo se informó: “Queridos y queridas amigas: mi padre, nuestro poeta y filósofo Enrique González Rojo Arthur, acaba de morir. ¡Lo extrañaremos entrañablemente!”
El pensador, poeta y activista Enrique González Rojo Arthur falleció hoy a la edad de 93 años. Te invitamos a recordarlo con el siguiente número de @LaSemanal del 4 de marzo de 2018, "Las tres trilogías de Enrique González Rojo" → https://t.co/Os5YUVA3fb pic.twitter.com/unJUm6fpeN
— La Jornada Semanal (@LaSemanal) March 6, 2021
Habitaba bibliotecas con casa
“Enrique González Rojo Arthur ha vivido en bibliotecas que tienen una casa, y no en casas que tienen una biblioteca”, destacó su hija, Graciela González Phillips, en el homenaje nacional que se rindió a mediados de diciembre de 2019 al poeta, filosofo, activista y catedrático.
Ausente en ese tributo por motivos de salud, ella contó: “Mi padre tiene una fama clandestina. Es conocido, pero no reconocido. Toda una vida dedicada a la poesía y no aparece en antologías ni suplementos; no es invitado a encuentros de poetas o filósofos.
“Octavio Paz y el pacismo sin paz lo han visto siempre como enemigo; algunos de sus libros se encuentran embodegados o perdidos, pero no por ello deja de escribir con gusto y alegría.”
Su labor intelectual tuvo como marca la multiplicidad de intereses. González Rojo Arthur fue poeta, docente, filósofo y militante. “Cuando estoy en la poesía de pronto siento nostalgia por la filosofía y cuando escribo filosofía de pronto me siento atraído por la poesía. Es constante esta oscilación entre una disciplina y otra”, dijo a La Jornada (4/10/15).
Heredero de una familia que incluye a los intelectuales Enrique González Martínez (1871-1952), su abuelo, y Enrique González Rojo (1899-1939), su padre, los libros se convirtieron en su pasión temprana.
Nacido en la Ciudad de México el 5 de octubre de 1928, obtuvo el grado de maestro en filosofía con la tesis Anarquismo y materialismo histórico. También realizó estudios de doctorado en esa disciplina. Buena parte de su vida la dedicó a la militancia política. Incursionó asimismo en el sicoanálisis, la música y el cine.
En su magisterio, durante más de tres décadas fue profesor en el Colegio de Ciencias y Humanidades y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, así como en las universidades Autónoma Metropolitana, Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y Autónoma de Chapingo.
Además, coordinó talleres de literatura y música. Fue autor de más de una docena de libros de filosofía. En sus años finales se dedicó a la escritura, impartió conferencias y realizó lecturas de sus poemas.
En el ámbito de la literatura, escribió en los géneros de poesía (su obra más extensa con más de 20 libros), cuento, novela, ensayo y autobiografía. De joven formó parte de la corriente Poeticismo, al lado de Arturo González Cosío, Eduardo Lizalde y Marco Antonio Montes de Oca.
Para él, los poeticistas “no íbamos por ahí: queríamos encontrar un camino diferente donde la razón jugara un papel importante, pero no nada más ella: desde luego el sentimiento, la emoción, las vivencias y la tensión más profunda que sea dable pensar; pero sí que estuvieran acotadas, de alguna manera por ella.
“Si bien tuvimos alguna influencia de la vanguardia en general, más que ser una vanguardia, fuimos una reacción contra ésta y en ella pusimos el acento en muchas cosas, pero entre otras, en las metáforas; nos interesaba muchísimo la metáfora como superación del símil.”
Una de sus principales búsquedas en la escritura era “la tremenda tarea de deletrear el infinito. Deletrearlo, sí, porque mi pluma, incapaz tanto de ignorarlo cuanto de conocerlo, sólo puede balbucirlo (…) Me interesa, en consecuencia, no sólo aludir al infinito, sino encarnarlo, convertirlo en acción. Mi poesía no pretende únicamente poseer una actitud contemplativa y teórica”, según el prólogo de El antiguo relato del principio.
Su fallecimiento formaría parte de estas diligencias: “Sé que mi pluma se va a detener, tarde o temprano, en un punto cualquiera; sé que no hay escapatoria. Y mi poesía, y yo, y mi programa contamos con ello. Mi muerte ha de ser, por eso, parte de mi poesía. Sólo diré lo que quiero decir cuando me muera”.
González Rojo fue, a lo largo de su vida, un incansable militante de izquierda. Con José Revueltas formó la Liga Leninista Espartaco. Fue precursor de un maoísmo mexicano, fundó la Organización de Izquierda Revolucionaria–Línea de Masas, luchó contra el fraude electoral cometido a Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones de 1988, fue integrante de la Convención Nacional Democrática convocada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994, y se opuso al desafuero de Andrés Manuel López Obrador y a la privatización del sistema eléctrico.
Hijo de la pasión por la poesía y la militancia es el Discurso de José Revueltas a los perros del Parque Hundido: “Compañeros canes: / aprovecho esta concentración / para tomar por asalto la palabra / y decirles mi desdén, mi resistencia, mi furia / por la vida de perros / a que se les ha sometido / y que ustedes aceptan / sumisamente… José guardó silencio. / Bajó del montículo que le servía de estrado. / Y una insinuante perra que atravesó la calle / le dio en la madre al mitin / a la pálida flor de la justicia”.
En 2015, entregó el acervo reunido por la familia González Rojo desde finales del siglo XIX, con más de 12 mil libros y revistas, a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. “Me llena de satisfacción entregar la biblioteca que ha estado en posesión de tres generaciones de poetas. Lo hago animado porque esta casa de estudios encarna un proyecto educativo avanzado, democrático e incluyente, y porque estoy convencido de que será de gran utilidad para maestros, alumnos y toda persona que quiera consultarla”.