De junio a diciembre viviremos en rojo. No sólo por la peste sanitaria, sino por la mixtura de elecciones, violencia, economía, nuevo Congreso y lo que venga. Memoriosos serán los que recuerden un coctel semejante.
En muchos segmentos la comunidad nacional se advierte alterada. Hay constantes signos de corrupción, aunque éstos fueran del pasado, de violencia criminal, de más pobres, de elecciones que se anticipan innobles, irresponsabilidades o excesos de funcionarios.
Tendremos un Congreso a cargo de fuertes iniciativas y su primer presupuesto, reacciones sociales por desencanto y… habiendo también puntos memorables, éstos se subestiman al presentarse en un maremágnum de noticias o injustamente se desprecian. Ni en el pensamiento opositor ni en la 4T todo es bueno ni todo es malo.
El periodo enunciado ni empezará en junio ni terminará en diciembre, ojalá. Ha empezado ya y culminará con las elecciones, pero no terminará en diciembre y ni un adivino se atreve a anticipar el arranque de 2022. Menos aún pueden suponerse las secuelas para el plazo medio. Éstas pueden configurar un México no imaginado.
Se perciben anuncios de crisis sobre crisis: Tamaulipas, Guerrero, Jalisco, Chiapas; gobernadores levantiscos; opinadores de nivel que ya vieron que AMLO es alcanzable, otros que escriben con letra minúscula, pero que actúan igualmente enfebrecidos. Hay poco análisis aun de quienes por su historial están obligados. No priva la fina idea, sino el machete.
Instituciones con peso político natural están impugnadas: Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Instituto Nacional Electoral, Auditoría Superior de la Federación, Fiscalía General de la República, Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Su necesario sustento a la vida democrática del país es débil cuando no negativo.
Ante nuestro interés, Estados Unidos está volcado en temas internos, pero sacando ya los dientes a Irán/Rusia, y diciendo a Canadá y México “espérenme tantito, ya hablaremos después”. Para la relación bilateral las migraciones centroamericanas pronto le volverán a calentar el ambiente. ¿Y el resto del mundo? ¡Pues quién sabe!
Así iremos batallando paso a paso y en materia electoral nos revolcaremos en los peores lodos. Será un semestre que marcará a los años siguientes rumbo a 2024, aunque desde 2023 tomará bríos de cara a la nueva era histórica. Una etapa que será otra, ya como continuidad de la actual o con su propio perfil.
En este marco de preocupación se ve al Presidente crecientemente solo. Si bien es su estilo, también es cierto que la situación es inédita. Lo más preocupante al momento es la sobrecarga de violencia política asociada a violencia criminal. Y no es fatalismo enunciarlas juntas, tienen un magnetismo natural para sumarse.
Agregado a ese clima están las campañas violentas, diseñadas pendencieras sin medir consecuencias; personajes explosivos; sociedad inquieta, propensa al desquite de lo que sea y en cuerpo de quien sea. La mayor estrechez económica que se avizora tendrá resonancia en el ánimo popular y será flamígero tema de discursos y conductas. Es un horizonte preocupante. Súmese a ello un gabinete que no parece compartir responsabilidades, porque así fue diseñado. Se diseñó así, sin alfiles ni torres maniobrantes.
La Secretaría de Gobernación que, en el sentido clásico, como cualquier ministerio del Interior, debiera ser titular del interactuar con las fuerzas políticas de oposición, con su propio partido, los grandes sindicatos y con las corrientes políticas independientes, interactuar con la corte y los gobiernos locales, y con la inteligencia política fuera de su control. No tiene diálogo político de nivel con el empresariado, las iglesias ni con los medios de comunicación.
Su comunicación y acción con esa complejísima red política que al final, en conjunto, es lo que gobierna al país simplemente no estuvo considerada, así se diseñó. Todo ello queda a cargo del propio Presidente y ante este vacío quién sabe quiénes crean que pueden meter mano. Bucareli no existe, poca cosa.
La secretaría es insustancial por diseño, así se concibió y su titular así lo aceptó. Hoy a muchos nos parece un peligro. Pero así son los retorcimientos del acontecer público y así deben resolverse los conflictos.
La comunidad nacional aún no asume aquella forma de violencia que fue todo el siglo XIX y casi la mitad del XX. No se dará, pero algo habrá que aprender en el desafío de resolver un parto patriótico. ¿Cómo, quiénes tendrían que alertar sobre lo lamentable que pudiera ser dejar las cosas sueltas?
No es tarea del gobierno solo. Las sociedades organizadas son cada vez más participativas en la gestión de su destino. Tenemos orgullosamente cuantiosas organizaciones sociales reclamantes de espacios y atención a sus ideas. Necesitamos más pueblo. Necesitamos sentido de comunidad, de disposición a la competencia civilizada, siendo el bien de México lo anhelado, el bien de todos. Una dosis de humildad de todos haría bien a todos.