México se convirtió durante la crisis por el Covid-19 en la cuarta economía de América Latina con más pobres y también con la cuarta tasa de pobreza extrema más alta entre su población, sólo superado por Honduras, Nicaragua y Guatemala, mostró la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
La pobreza extrema en el país aumentó a 18.3 por ciento de la población, eso implica un crecimiento de 7.7 puntos porcentuales más que en 2019; y la pobreza aumentó 9.1 puntos para 50.6 por ciento de la población en esa condición, sin que hayan inclinado estos indicadores los programas de emergencia por el Covid-19, como sí sucedió en otras economías de la región.
Para ambas mediciones, México se encuentra por arriba del promedio de América Latina. Al cierre de 2020, en la región la pobreza extrema –que exhibe cuántas personas no pueden pagar necesidades básicas como la alimentación– se ubicó 12.5 por ciento y la pobreza general alcanzó a 33.7 por ciento de la población.
Pese a la caída de 10 por ciento en ingresos laborales que resintió el país, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, consideró que “México empezó antes de la pandemia a preocuparse por los pobres”, con los programas de transferencia a personas de la tercera edad y a jóvenes estudiantes y aprendices; así como con el aumento al salario mínimo.
También reconoció en el país una “agresiva política de reconversión hospitalaria” para enfrentar la saturación de servicios y la contratación de 50 mil personas en el sector salud a raíz de la pandemia. Igualmente, consideró la manera en que se ha procurado la adquisición de vacunas e impulsado una política internacional en contra del acaparamiento.
El estudio de la Cepal muestra que México, así como en toda América Latina, hay una alta desigualdad por concentración del ingreso. Por ejemplo, datos de 2019 –antes de la crisis por la pandemia– muestran que 20 por ciento de la población con mayores ingresos tenía 52 por ciento de la renta del país, mientras el quintil más pobre sólo cubría 5 por ciento de ésta.
La desigualdad también parte de la diferencia entre las ganancias del capital y las del trabajo. Como referencia, en 2018 cerca de 18 millones de trabajadores del sector privado recibieron 2.7 billones de pesos en remuneraciones, que corresponden a aproximadamente 630 dólares al mes; mientras poco más de 215 mil familias concentraron 3.4 billones de pesos en dividendos, alrededor de 27 mil dólares mensuales.
“Esta distribución genera una profunda desigualdad en México. La mayoría de las familias cuyos ingresos dependen del trabajo recibe una reducida proporción del valor agregado generado, mientras una minoría que posee los activos financieros, concentra una alta proporción del valor generado por medio de los dividendos pagados por las empresas”, advierte la Cepal.