Toda la música es libre, dice el legendario gigante de la música Archie Shepp en entrevista exclusiva para La Jornada, a propósito de su nuevo disco: Let My People Go, donde expande los temas que ha cultivado por décadas: la injusticia, el sufrimiento, la lucha de las personas por sobrevivir. En esta grabación, explica, “me pareció muy importante la manera en que abordo varios spirituals, reflejar el sufrimiento en nuestra cultura”.
En otro momento, refiere la aproximación a la música que desarrolló con el también sax tenor Albert Ayler, quien convocaba: “no toquemos tal o cual pieza, toquemos mejor: tristeza; toquemos: hambre”.
Archie Shepp (Fort Lauderdale, Florida, 24 de mayo, 1937) no da entrevistas. La siguiente conversación se logró luego de convencer a su equipo: el mensaje de este músico de trascendencia social debe ser escuchado, repetido y difundido.
Es de los últimos gigantes de la mú-sica de una generación que marcó a la humanidad. Sus colaboraciones con Niels-Henning Orsted Pedersen y Max Roach son capítulos esenciales, reservados para iniciados, igual que su trabajo con Tete Montoliu, Charlie Haden y Ron Carter.
Su nuevo disco, Let My People Go, es, desde su título, un claro manifiesto social. Su contenido: música accesible, entrañable, digna de ser escuchada por multitudes.
Por cada brote de expresividad musical de Archie Shepp existió una decisión consciente de no imitar a los grandes maestros, sus pares, lo cual no es un detalle menor. Sí, estamos hablando de John Coltrane, Thelonious Monk y Charles Mingus. La música de Shepp resiste el paso del tiempo junto con otros clásicos; en el caso de Archie se trata de muy buenos discos editados desde principios de los años 60.
De 82 años, Archie Schepp editó su más reciente álbum junto al pianista Jason Moran. Al teléfono, el músico explica la elección del repertorio: “Hago versiones de varias canciones spirituals tradicionales. Hay en ellos un sufrimiento que me pareció muy importante reflejar, un sufrimiento que es parte de nuestra cultura y que quería explorar”.
–De entre las primeras figuras de la música con quienes ha compartido usted escenario, ¿quién lo impresionó de forma particular?
–Es difícil elegir qué músico me gustaba más en vivo, más bien disfruté de diferentes aspectos de cada uno. Eligiría a Lucky Thompson y a Duke Ellington. Y, entrando en la era del así llamado free jazz, a SonnyRollins. Coltrane fue una gran influencia, no sólo por su forma de pensar en la composición musical, sino también por su disciplina constante. Dedicaba a su trabajo gran cantidad de horas todos los días.
–¿A que se refiere con “el así llamado free jazz”?
–Es un término un poco exagerado, toda música es libre y se pueden encontrar ejemplos desde los co-mienzos del jazz. El así llamado freejazz es parte de esa continuidad histó-rica y no necesariamente una rebelión contra la generación anterior.
–¿Cómo fue la incorporación de Chicago Beau para recitar unos textos en su disco Black Gipsy?
–Fue un aporte importante por los textos y su forma de recitarlos. También fue importante sumar a un harmoniquista, ya que en esa época quería hacer referencia al Blues. El tipo de poesía afroamericana de Chicago Beau era propia de los años 60 y también fue importante Amiri Baraka. Los dos fuimos jóvenes en la misma época y su forma rápida de recitar influyó mucho en mi manera de escribir.
–Con Magic of juju y su disco grabado en Algeria, ¿estaba usted buscando variaciones rítmicas? El periodista Lester Bangs llamó a su música “un exorcismo de fuego”.
–No sabría decir si fue un exorcismo, pero la rítmica africana tiene una reminiscencia religiosa intrínseca, aunque la música de Algeria está menos orientada al ritmo que en otros países africanos.
–¿Qué papel jugó Albert Ayler en la música de jazz?
–Ayler fue nuevo y diferente para su época, no sólo por la forma estructural de sus composiciones, sino también por su aproximación sentimental a la música.
–¿A qué se refiere?
–Ayler no decía ‘vamos a tocar tal o cual pieza’. Más bien decía cosas como ‘Vamos a tocar: tristeza. Vamos a tocar: hambre’.
–La evolución del jazz fue muy rápida en esa época con Coltrane, Ornette y Ayler.
–Puede parecer así, pero Ellington ya lo había hecho 30 años atrás.
–Comparada con otros estilos, pareciera una evolución rápida.
–Es que el jazz tuvo 50 años para desarrollarse, mientras la música europea tuvo 500.
–¿Tuvo el movimiento de los músicos de jazz alguna respuesta a la industria de la música? En la época de Charlie Parker parecía que los clubes de jazz eran monopolio de empresarios blancos.
–Los clubes siguen siendo propiedad, en su mayoría, de empresarios blancos. Lo que podría decir que cambió un poco es que muchos músicos de hip-hop tienen otro tipo de relación con los derechos de su propia obra. Lo que me interesó del rap fueron las referencias al blues y al jazz. De hecho, si consideras el tipo de recitados que incluí en varios de mis discos se podría decir que soy un pionero del hip-hop.
–¿Cuáles son sus planes para el futuro, teniendo en cuenta las contingencias del virus actual?
–Toqué hace unos días, aunque no delante de una audiencia. Me estoy recuperando de algunos problemas de salud y practicando mucho para no perder mis capacidades. Este tipo de disciplina de tocar solo es satisfactoria cuando da un resultado concreto.
–Hay una grabación perdida de su concierto en el festival de jazz de México, ¿Recuerda algo?
–Recuerdo que la pasé muy bien y el público también, pero fue hace mucho tiempo. Seguramente hay más conciertos por ahí, aunque no me dedico a encontrarlos.