Ciudad de México. En América Latina es común que el trabajo infantil callejero de las niñas carezca de pago, de reconocimiento y que sea invisibilizado, aunque en sus familias ellas sean las trabajadoras, proveedoras, protectoras, cuidadoras y algunas hasta estudiantes, señaló Carlos Alberto Díaz González Méndez, académico de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
En contraste, dijo, los niños portan la “fachada de trabajadores-proveedores” porque, aunque laboran, no contribuyen directamente al gasto familiar y se involucran poco en las labores domésticas.
Al presentar su conferencia Situaciones de calle: balance de la literatura en América Latina, en la cuarta sesión del Seminario Permanente del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Ibero, indicó que la falta de reconocimiento del trabajo de las niñas ocurre pese a que ellas son alrededor del 30 por ciento de los menores que laboran en las calles.
Díaz González también presentó un avance de su investigación La condición de género en el proceso de callejerización: la situación de los trabajadores y acompañantes en calle de la Zona Metropolitana de Oaxaca, en la que encontró que hay un olvido de la relación que tienen los grandes cambios estructurales en las familias, a las que se les finca la responsabilidad moral sobre la condición que tienen sus hijas e hijos.
Expuso que uno de los problemas es el papel sobredimensionado de las familias como factor explicativo de las situaciones de calle, por ejemplo, al señalar particularmente a las madres, por no poner suficiente atención a los estudios de sus hijos o porque son ellas mismas quienes los maltratan y golpean. Sin embargo, lo anterior ignora que el proceso de ‘callejerización’ responde a las precariedades económicas y laborales.
En Latinoamérica, donde han aumentado la pobreza y la desigualdad, “las estructuras económicas guardan una relación estrecha con el trabajo infantil en la calle, por lo que más bien éste es resultado de las vinculaciones irregulares, inestables y precarias de los adultos con el mercado laboral”, mencionó.
El especialistas de la Ibero indicó que las niñas, por su género, tienen un doble control, sobre su sexualidad, sus desplazamientos físicos y el juego en los espacios públicos, porque “ellas están vistas desde la indefensión y la fragilidad, por sus propias familias y por las instituciones del Estado”.
De ahí que, la literatura señale que hay que evitar estigmatizarlas y no caer en la reproducción de discursos que las minimicen y condicionen su agencia; sobre todo porque tienen una gran capacidad de adaptación y para encarar los distintos riesgos que hay en la calle, resaltó.
Destacó que pese a las condiciones adversas, cualesquiera que éstas sean, hay en la literatura una evidencia importante de que las niñas y los niños que trabajan en la calle tienen capacidad para organizarse, resistir a la adversidad, subvertirla y sobrevivir a ella. Esta agencia, que pasa por la racionalidad, reflexibilidad e intencionalidad de cada uno de ellos y ellas, está asociada también con sus proyecciones de futuro, que no cancelan, a pesar de estar condicionadas fuertemente por la precariedad, la violencia y las adicciones; para ellas y ellos “el futuro sigue existiendo”.