Sin faltar, todos los días en la inmensa mayor parte de los medios de comunicación puede ser visto u oído o leído a una caterva, desde “elegantes” ( fifís) hasta vociferantes, enemigos jurados del Presidente y su gobierno, pugnar por destruir al único gobierno surgido del pueblo que trabaja para el pueblo, desde el gobierno del general Cárdenas.
Con el mayor cinismo atacan a AMLO, también por el caso Salgado Macedonio, desde posiciones “feministas”. Se trata de un caso horripilante, pero las feministas debieran, creo, cuidar a quiénes aceptan como defensores. Su propia causa lo merece.
No todos los feminismos son antipatriarcales. Las feministas que hablan de “romper el techo de cristal”, por ejemplo, ese que no se ve pero les impide ascender, no es antipatriarcal. Cada vez un número mayor rompe ese techo y las mujeres se incorporan a puestos e instituciones y organizaciones que, sin remedio, surgieron del sistema patriarcal, tienen ese carácter, y mujeres y hombres que las ocupan las mantienen idénticas a sí mismas. Eso ocurre en los gobiernos, en los tres poderes, en las fuerzas armadas, en la policía, en las iglesias que ya permiten la presencia de mujeres entre sus pastores (la anglicana o la pentecostal). Han llegado ahí por una lucha y es una ganancia feminista, sí, no del feminismo antipatriarcal.
No parece que el Presidente tenga interés por enterarse de qué van los feminismos. Unas mujeres de postura antipatriarcal, al menos en la expresión, impugnaron al Presidente mediante su consigna “rompe el pacto”. Él dijo con un aire de cierta ingenuidad, creí que se referían al Pacto por México, no sabía a qué se referían. Y en intercambios con esas mujeres, utilizó la frase “ya chole”. Abrió así una puerta grande para que la oposición lo tundiera; y, ya se sabe, a esa oposición le importa un comino el feminismo, pero lo usa para golpear y buscar descaradamente volver al régimen de privilegios y continuar usando como pedestal a los excluidos.
La Comisión de Honor y Justicia de Morena (CHJM), por su lado, va a “reponer” el procedimiento de elección de su candidato en Guerrero y, al mismo tiempo, exculpó a Salgado de las acusaciones de violencia sexual dirigidas por varias mujeres contra él, frente a lo cual, éste refrendó su naturaleza de hipermacho y con voz exultante parloteó ¡hay Toro! El festejo del hipermacho parece indicar que “ganará” nuevamente la candidatura, como muy posiblemente quiere el Presidente.
Para la CHJM y para el Presidente, todo ocurre como si en México tuviéramos leyes que protegen a las mujeres de la violencia sexual y machista, y un sistema judicial que funcionara en toda la extensión de la palabra. Las mujeres protestan porque se dé paso como gobernante a un violento sexual, pero esas mujeres, frente a las mujeres y los hombres de la CHJM, no son dignas de crédito, deben probarlo frente a este sistema judicial subdesarrollado y con esas leyes pergeñadas por machos.
¿Alguien ha “probado”, judicialmente, que esas mujeres tienen un interés personal o actúan bajo consigna política para tratar de impedir que sea gobernante El Toro Félix? No, nadie. Pero quien se impone es El Toro, no ellas. ¿Es posible “probar” tal cosa como interés personal o consigna? ¿Estas leyes y este sistema judicial permiten “probar” que una mujer ha sido violada o violentada sexualmente, en las 10 mil condiciones posibles en qué puede ocurrir?
La ley feminista española, que las mujeres sintetizan en “sólo sí, es sí”, tiene aún que vencer el último tramo de unas leyes y un sistema judicial macho hasta los huesos, para ser aprobada. Una de las características de esa ley es, de entrada, creerle a una mujer cuando dice que ha sido violada o violentada por un hombre. ¡Cuánta necesidad existe en México de una ley de ese carácter!
La inmensa mayoría de las instituciones existentes fueron creadas por la mente patriarcal. Las cosas no han podido ser, hasta ahora, de otro modo, porque esa mente es un resultado histórico cultural ventajoso, aunque los hombres, en su gran mayoría, aún no lo sepan o crean que las diferencias sociales entre uno y otro sexo son “naturales”. A ese hecho ventajoso histórico, unas feministas llaman pacto patriarcal. En el subdesarrollo, ese hecho bárbaro está subsumido en otro hecho brutal: la mayoría de los hombres viven bajo superexplotación y exclusión extremas y, en ese extremo social, hay un lugar peor para las mujeres. Deben cuidados a la prole y a su macho, quien las maltrata, a veces ferozmente.
Tenemos un gobierno en el que el jefe del Ejecutivo ha abierto espacios, quizá como nunca en el pasado, a las mujeres. El feminismo que ha buscado desesperadamente romper el “techo de cristal” puede estar inconforme, pero no puede negar que las cosas son mejores que en los gobiernos del pasado corrupto. Abrir espacios y otorgar buen trato, es algo muy distinto que comprar, o alquilar, o contratar a una mujer para que funja de “primera dama”, habiendo fungido de gaviota.