Alimentada en su mayor parte por vendedores ambulantes, gestores de medio pelo y uno que otro vecino con la brújula descompuesta, una manifestación de protesta contra los candidatos de Morena a las alcaldías del centro de la ciudad recorrió algunas de las calles de la zona.
Desde dentro de la alcaldía de Cuauhtémoc se apuesta, y se dice voz en cuello, que la supuesta protesta estuvo ideada y manejada por el alcalde –por eso salió tan mal– Néstor Núñez, quien fracasó en su intento de relegirse, como se tenía planeado desde la trinchera de Ricardo Monreal, al perder la encuesta que levantó Morena.
Tan mal lo hizo Núñez, acólito número uno de Monreal, que en un muy alto porcentaje los pobladores de la alcaldía piden a gritos el regreso de –¡imagínese!– Dolores Padierna, quien ya fungió de delegada en esa misma demarcación.
La marcha pretendía enviar un mensaje de descontento en contra de los candidatos Padierna, Julio César Moreno y Eduardo Santillán, este último diputado del Congresolocal que busca regresar a la alcaldía Álvaro Obregón.
Si bien es cierto que Núñez trató de esconder la mano colando los nombre de Moreno y Santillán para desviar la atención sobre su autoría, también lo es que el par mencionado tiene muchos muertos en el clóset.
En sus negociaciones con Morena, Julio César, quien difícilmente podría retener la alcaldía, impuso a una de sus fieles, Evelyn Parra, no muy preparada para gobernar, como una extensión tramposa de su mandato. Sueño de dominación que maneja Moreno.
Para Santillán no hay buenos augurios. El pleito que protagonizó con quien le heredó la entonces delegación y la insatisfacción de muchos habitantes de la hoy alcaldía suponen, como muchos apuestan, a una competencia reñida y escabrosa para el diputado.
Total, si lo que quiso Núñez fue no figurar como el actor principal de la farsa que recorrió algunas calles del Centro Histórico, tampoco le salió, pero sirvió para que se atacara a ¿su partido? Muy pronto el alcalde recibirá la factura por el costo de su actuación.
De pasadita
Después del chilaquil en que se convirtió el primer Congreso de la Ciudad de México y de la guerra que escenificaron, por un lado Valentina Batres y por otro José Luis Rodríguez, que paralizó en buena parte el trabajo que haría digno al primer Congreso, se requiere, con urgencia, poner orden y retomar, para bien, las cosas que hoy están pendientes y sin posibilidades de avance.
No son muchos remedios los que se pueden aplicar, o para decirlo de una vez, no hay, aparentemente, políticos que puedan con una carga tan pesada como la de una cámara local dislocada, como la que hay y que, se supone, podrá continuar para beneplácito de la oposición.
No obstante, desde algún rincón de Morena se piensa que Tomás Pliego podría ser parte de la solución que requiere el Congreso. Pliego, que podría ser diputado por un distrito de Cuauhtémoc, está listo para tomar la responsabilidad.
Esto, aunque los negativos que arrastra el personaje y que se repiten en la alcaldía, mismos que van desde los malos modos hasta la prepotencia, no serán las mejores recomendaciones para quien debe atender un ente político plural.
Pliego ha construido su carrera con mucho apego a las líneas de trabajo de lo que hoy conocemos como la 4T y conoce la profundidad del mar político de la Ciudad de México. Ya fue diputado local, pero además se encargó de las funciones correspondientes a la secretaría de gobierno de la alcaldía de Cuauhtémoc, es decir, sí es posible que pudiera poner en orden al Congreso, siempre que la soberbia lo deje actuar.