A finales del año pasado y principios del actual, la oposición de derecha argentina (Cambiemos se denomina) realizó una feroz campaña de desprestigio contra la vacuna rusa Sputnik V. Tuvo el apoyo decidido de los conglomerados mediáticos Clarín y La Nación, afines a los intereses del gran capital de ese país. La vacuna ha sido aplicada con éxito a miles de médicos, personal de salud y seguridad que están en primera línea de lucha contra el Covid-19 y a más de medio millón de ciudadanos. La campaña de desprestigio se dejó sentir también en México y convirtió en epidemióloga a una gris senadora, gracias al respaldo de algunos medios de comunicación.
Todas las mentiras vertidas en torno a la vacuna producida en Rusia se vinieron abajo al avalarla los especialistas más reconocidos. Pero el tema de la inoculación contra el Covid-19 lo retomaron ciertos medios argentinos cuando el presidente Fernández le exigió su renuncia al ministro de Salud, Gines González, funcionario probo y eficaz. El motivo: haber vacunado de manera irregular al periodista Horacio Verbitsky, a un senador y a un diputado. El mandatario calificó de imperdonable lo que hizo el prestigioso galeno, pues “la política es ética, tenemos que terminar con este tipo de prácticas, con la cultura argentina de la viveza, la picardía, el manejo de las influencias”. Por su parte Verbitsky reconoció que vacunarse fuera de los caminos establecidos “fue un error grave, del que me arrepiento y por el que pido disculpas”.
Mientras, en Perú investigan el denominado Vacunagate. El ex presidente Martín Vizcarra y 400 personas, destacadamente políticos y funcionarios, se inmunizaron con un lote “de cortesía” que hacía parte de los ensayos clínicos realizados por el laboratorio chino Sinopharm. El Vacunagate provocó la renuncia de la ministra de salud Pilar Mazzetti y de la canciller, Elizabeth Astete. Y el viernes renunció el ministro de Salud de Ecuador por ordenar inocular preferencialmente a familiares y personas influyentes.
En México el influyentismo también atropella el plan de vacunación del gobierno federal que, con toda justicia, favorece primeramente a la población de mayor edad y vulnerabilidad económica y social. Por ejemplo, en Zacatecas, 33 personas adineradas se desplazaron en lujosos coches desde la capital de la entidad a una comunidad rural para inmunizarse contra el Covid-19. Entre los ricos que se transformaron en muy pobres destacan Rafael Borrego Estrada, hermano del ex gobernador y ex director del Instituto Mexicano del Seguro Social Genaro Borrego; Margarita Alonso Borrego, prima hermana del ex gobernador Miguel Alonso Reyes; Flavia Cristerna, tía del actual mandatario, Alejandro Tello. Este hecho fue condenado en las redes sociales, los medios locales y el personal encargado de la vacunación. Señalaron que Edna López, representante estatal del organismo Jóvenes Construyendo el Futuro, fue quien ordenó vacunar a los viajeros. Ella depende de Verónica Díaz, delegada en Zacatecas de los programas federales. Su esposo es Luis Monreal Ávila, hermano de Ricardo, senador de la República, y de David, candidato de Morena a la gubernatura. Aunque el mandatario estatal prometió investigar lo ocurrido, nada pasó.
Este abuso de poder económico y político contrasta con el desorden, enojo, carencia de información, y otros inconvenientes que sufrieron miles de adultos mayores y sus familias en el municipio de Ecatepec, estado de México, los primeros días de vacunación. Este poblado municipio destaca por celebrar fiestas y reuniones en plena pandemia. Supuestamente la delegación de la Secretaría de Bienestar federal en dicha entidad y los servidores de la nación, tenían todo listo para realizar eficazmente la vacunación. No fue así. Igual en Puebla.
También las instancias gubernamentales prometieron que las personas con discapacidad serían atendidas en sus viviendas. En Ecatepec y Puebla, por ejemplo, esto no ocurre. Y sí en la Ciudad de México donde, además, las autoridades locales resolvieron con prontitud los problemas que hubo al inicio de la campaña de inoculación. Una reflexión final: la vacunación en las áreas más pobladas y personas expuestas ha servido para mostrar la pobreza y marginación en que viven decenas de miles de adultos mayores. Si el lema gubernamental es “primero los pobres”, urge hacerlo realidad atendiéndolos correcta y oportunamente.