Resulta que el inmenso poderío que durante años ejercieron los superhéroes del fantástico mundo Marvel (afortunadamente siempre en bien de los habitantes buenos del planeta Tierra) ha venido en los últimos meses empequeñeciéndose y opacándose. Tan sólo pronunciar sus nombres tenía el valor de un mágico conjuro, de un exorcismo inapelable que apartaba de nosotros íncubos y súcubos que pretendían poseernos durante el sueño (los íncubos aplicaban al sexo masculino y los súcubos al femenino aunque ya desde entonces, cada quien era dueño de hacer de su sueño un papalote). Los nombres añorados de la Capitana Marvel, Ironman, Capitán América, Thor, Dead Pool, Hulk, Batman, Superman que aún revolotean en nuestra memoria archipretérita (a la mía hay que agregar al mago Mandrake, Flash Gordon, Tarzán y al Guardián Solitario) han sido desplazados por los salvadores de la humanidad presente. Ahora se llaman AstraZeneca, Pfizer, Moderna, Johnson and Johnson, Roche, Novartis y las sospechosas agencias rojas, Sputnik V y las doblemente sospechosas las chinas, Sinovac y CanSino. (Se recomienda atender la alerta de Woody Allen, sobre estas dos últimas porque no ven, pero sospechan y espían.)
Estos grandes consorcios farmacéuticos libran severas batallas en dos frentes: obviamente en la investigación científica, de la cotidiana elaboración de hipótesis, construcción de rigurosos escenarios para la validación de sus descubrimientos, innovaciones, actualizaciones, inventos pero, por otra y, con mayor denuedo, en el área definitiva, definitoria de sus objetivos: la de la publicidad y comercialización de sus productos. Investigan, descubren, elaboran los medicamentos que son requeridos (sobre todo masivamente, como en estos momentos), pero ni la razón más profunda, fundamental, básica de su intención, ni el objetivo de sus acciones, tienen como motivaciones esenciales la salud y la vida de los seres humanos. Sobre las acciones y comportamientos de las grandes farmacéuticas mencionadas, yo también “tengo otros datos” que guardo para la semana entrante, porque antes de que pase más tiempo quiero dar a conocer una atenta, inteligente y culta adenda a la columneta del lunes 15 de febrero, que se refería a comentarios de grandes pensadores del pasado y el infierno del momento: Los filósofos y la pandemia, se llamaba. Esta columneta causó verdadero regocijo entre la multitud que la festinó y reprodujo ampliamente. Los comentarios que recibí fueron realmente elogiosos y, por supuesto, los presumí como es de suponerse, aunque desde un principio aclaré que yo no era sino un simple transcriptor de esa hilarante relación de sapiencia y humor. La maestra Blanca Ponce me envió sólo un renglón: maestro: genial la lista de las frases célebres y Basilio Rojo Ruiz opinó: Filósofos en tiempo de Covid. ¡No cabe duda que La Jornada es un periódico inteligente! Pues la adenda a la que me refiero hoy es de la autoría de Alejandro Herrera Ibáñez, maestro de la Facultad de Filosofía de la UNAM. Primero, hace una atenta corrección: La frase atribuida a Pitágoras, corresponde no a él sino a Protágoras (creo, digo yo, que está como a tres cuadras al poniente), quien afirmó que “el hombre es la medida de todas las cosas”.
Aprovecho para acrecentar la lista con sus siguientes contribuciones: Leibniz: Éste es el mejor virus de todos los mundos posibles. Voltaire: ¡Dr. Pangloss, para mí este virus es una terrible desgracia. Heidegger: El virus virusea. Wittgenstein: La proposición “el virus se burla de nosotros” carece de significado. Russel: Consideremos el conjunto de todos los virus que se contagian a sí mismos. Ni modo, Ortiz, ya te amoló Herrera: de vuelta a Polanco y a la enciclopedia.
Sobre el affaire Salgado Macedonio he estado recibiendo toda clase de peticiones, sugerencias, solicitudes, exigencias. La mayor parte de estas instancias eran en el sentido de que hiciera pública mi solidaridad con quienes, especialmente mujeres, rechazaban la menor posibilidad de que llegara a la contienda electoral un candidato con una imagen pública, como la que él (en primera instancia) se ha propuesto con permanente empeño, crear de sí mismo. Había comenzado a escribir unas notas al respecto cuando, afortunadamente, la Comisión de Honestidad y Justicia de Morena, emitió ya un fallo que, en cuanto se logre desencriptar o descifrar, podré intentar su comento. Adelanto que ese fallo me satisfizo porque no se arrogó facultades judiciales y se concretó a la óptica de la reglamentación partidaria. Rechazó el linchamiento auspiciado por los grupos más cavernícolas y perversos de la derecha, pero no extendió, tampoco, una amplia carta de exoneración a Salgado. La más importante conclusión es que el proceso de selección del candidato a la gubernatura se abre de nuevo. Y ésta es precisamente (para mí), la gran oportunidad de reivindicación del candidato, del partido que se atrevió a su postulación y aún de las implicaciones que incluyeron al propio presidente López Obrador como responsable de esta candidatura. Éste, no impuso su omnímoda voluntad, Morena reconsideró lo que significa ganar perdiendo y, por su parte, el candidato ganador en la lid interna, si lo entiende y valora a sus 64 años, puede comenzar a considerar la conveniencia de ser reconocido y valorado como un pródigo converso al final del camino.
La pelota está en su cancha y con la portería despejada. Declinar a la nueva y fangosa candidatura, es su única posibilidad de remendar su maltratada imagen. María del Sol se lo agradecerá toda la vida.
PD: ¿Si el candidato de Morena hubiera sido el hermano de la secretaria de Energía, las mismas voces, las mismas plumas, se habrían rasgado las vestiduras denunciando que se descartaba a un luchador histórico por un fifí emparentado con la mafia del poder?
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