Ciudad de México. La visita de Alberto Fernández a México sacudió conciencias y abrió una ventana de esperanza dentro del actual contexto latinoamericano tan difícil. Asediado por un virus asesino, frente a una crisis económica de dimensiones históricas que ha agravado la desigualdad, y perdido en un mar de gobiernos conservadores, hay bastantes motivos para el pesimismo con respecto al futuro de la región.
Pero cada crisis es también una oportunidad para la transformación y para el presidente de la República argentina hoy es un momento más de luces que de sombras. “No hay mejor momento que ahora para darle la vuelta a la política y la humanidad”, declaró Fernández durante su emotivo discurso en el Senado Mexicano el pasado martes 23 de febrero. “Este es el momento para que América Latina se ponga de pie, como ejemplo para el mundo…es momento de darnos cuenta de que este es nuestro tiempo, no para estar en contra de nadie, sino a favor de nosotros”.
La tarde del 22 de febrero, durante el encuentro que tuve el privilegio de convocar entre Fernández y una docena de los más destacados referentes culturales y políticos de México, el presidente argentino señaló que la principal lección de la pandemia del Covid-19 es que ha evidenciado las enormes debilidades estructurales del sistema neoliberal.
Frente a la facilidad con la cual nuestra convivencia social, económica y política se derrumbó de un día para otro, como un castillo de naipes, debemos preguntarnos: “¿Cuál era en realidad la fortaleza del sistema en que vivíamos?”, invitó Fernández a la reflexión.
Específicamente, el mandatario argentino opina que ha llegado el momento para reflexionar de manera muy profunda sobre las distorsiones de un sistema donde predominan los intereses del capital especulativo y financiero por encima de la inversión productiva así como las necesidades de los países más ricos sobre las de los países pobres y de ingresos medios.
“Los neoliberales sólo piensan en el mundo financiero. Se olvidaron del empresario que invierte, del empresario que apuesta al desarrollo, que apuesta al trabajo (…) Cuando los mercados sonríen, llora la gente (…) ayer le decía a un grupo de empresarios ‘dejen de confiar en la teoría liberal y dense cuenta de lo que pasa cuando los liberales se hacen cargo’”, señaló Fernández en una entrevista reciente con la revista argentina Contrapoder.
El presidente argentino también aprovechó su visita a la Ciudad de México para compartir su sueño de “hacer de América Latina el continente de la igualdad” por medio de un compromiso irrestricto del Estado con el bienestar de la población. “El mérito es una ficción. Mérito sin posibilidades no sirve de nada”, afirmó de manera clara y contundente el líder argentino frente a los senadores mexicanos.
“El Estado es una pieza central en el desarrollo de cualquier sociedad. (…) Yo siempre digo lo mismo: me quiero parecer a Finlandia, me quiero parecer a Noruega. Quiero un Estado que esté presente, dándoles educación a los chicos, dándoles certezas a los adultos y dándoles la seguridad de una vejez digna a los más viejos”, dijo Fernández en una entrevista reciente con el periódico argentino Clarín.
Durante su visita a México, el mandatario Fernández retomó las palabras del Papa Francisco con respecto a la necesidad de acabar con “la cultura del descarte” frente al desastre humanitario actual. La pandemia nos ha recordado que todos somos iguales y que las únicas soluciones efectivas son las que incluyen a absolutamente todos y todas. No hay muros o fronteras que puedan proteger una elite o una región de la enfermedad. Solamente trabajando juntos y atendiendo a los más excluidos podremos salir adelante como humanidad.
Desde este punto de vista es necesario condenar con toda la fuerza posible la mezquindad de las grandes empresas farmacéuticas y los países más poderosos que están incumpliendo con sus compromisos internacionales con respecto a la distribución de las vacunas hacia el sur global. Hay que “plantear en el G20, la necesidad de declarar a la vacuna contra el Covid-19 un bien global, de modo tal que cedan los derechos intelectuales y que todos los países lo puedan producir libremente en sus respectivos países”, afirmó Fernández durante su potente discurso en Iguala, Guerrero, con motivo del Día de la Bandera.
La visión de Fernández es simultáneamente pragmática y revolucionaria. Su pragmatismo no es “pactista” ni “moderado” frente a los grandes poderes fácticos que quieren determinar los destinos de la humanidad, sino estrictamente práctico a favor de la resolución auténtica de los problemas más patentes de la ciudadanía en el contexto actual.
“No se trata de construir un discurso único, sino de escucharnos”, señaló Fernández durante su discurso del 24 de febrero, “nos encierran en debates que a nosotros no nos competen”. Lo importante es generar “un nuevo plan para América Latina junta” independientemente de las filias y las fobias políticas de los diferentes líderes de la región.
Sin embargo, para Fernández esta apuesta por la unidad no implica imaginar la política como un espacio neutral donde no hay poderosos intereses en juego. Su pragmatismo viene acompañado de un firme compromiso con las definiciones políticas. Por ejemplo, en el importante libro que Fernández escribió sobre las Razones y pasiones de Néstor Kirchner, el ahora presidente de Argentina aclara que él no cree “en los que los americanos llamaron ‘democracia consensual’, básicamente porque en toda sociedad existen intereses en pugna que pueden administrarse pero que difícilmente puedan consensuarse. En democracia, las elecciones sirven, precisamente para determinar cuáles son los intereses predominantes”.
Ninguna transformación es posible sin tomar partido. El cambio requiere lucha, constancia y arrojo.