La historia del diario Washington Post, uno de los más importantes de Estados Unidos, es rica en premios y distinciones por su profesionalismo y objetividad. Uno de sus reportajes más celebrados fue el episodio de Watergate, que ocasionó la renuncia de Nixon a la presidencia. En el Post, como se le conoce en la jerga periodística, y el New York Times, entre otros diarios, la noticia no se confunde con los editoriales. Hay una clara demarcación entre lo que ocurre y la opinión sobre los sucesos. El profesionalismo de sus reporteros da cuenta cabal del acontecer, sin prejuicios, que frecuentemente anteponen puntos de vista personal a lo que realmente pasa. La relevancia de esas cualidades es que, durante los últimos cuatro años, el lector se enteró, sin mediaciones, sobre la forma sistemática en que la administración de Donald Trump pervirtió la política en ese país. El Post, junto con otros diarios, develó hechos que hubiera sido difícil aquilatar o distinguir en las informaciones frecuentemente sesgadas o ignoradas en otros medios.
En el marco de su retiro como editor del Washington Post, Martín Baron habló en la cadena PBS sobre sus inquietudes y experiencias en las cuatro décadas que se desempeñó en esa profesión. Hiló algunas ideas y preocupaciones sobre el estado que guarda el periodismo. No hay garantía, señaló, de que, pese a la abundancia en información, el público esté mejor informado. A esto se puede agregar que la tentación de editorializar y no de estrictamente informar frecuentemente matiza o esconde la realidad de los hechos. El efecto es que en los lectores hay una interpretación errónea sobre la realidad. En otras palabras, si a final de cuentas el lector quiere creer que la elección fue manipulada para que perdiera Trump, se informará en los medios que reafirmen esa creencia, con independencia de que la realidad sea otra.
La paradoja es que la queja de Trump contra los medios, por lo que él calificó como “noticias falsas” cuando no lo favorecían, propició un mayor crecimiento de los medios formales y más aún de los informales como las redes sociales en los que abundan las aberraciones y falsedades. Lo lamentable es que ha creado una mayor polarización en una sociedad como la estadunidense, ya en sí dividida. Y más grave aún, la erosión en la confianza en el gobierno, el Congreso, los políticos y las instituciones en general, es la conclusión que se deduce de lo dicho por Baron.