Desde sus inicios en 1983, con el sello Alternative Tentacles, hasta su primer disco en Capitol, en 1996, Butthole Surfers dejó un legado inclasificable en la historia del rock deforme. En la actualidad, en su disco solista Born Stupid, el guitarrista Paul Leary continúa la ética del grupo: grabar lo que quiere.
Durante toda su existencia, Butthole Surfers fue uno de los grupos más originales de Estados Unidos; nació en Texas, lejos de la industria discográfica. Paul Leary ocupaba el lugar de antihéroe en el contexto de una deformidad lírica y humana más que contundente.
Este año, Leary editó Born Stupid, disco perturbado y tranquilo que refleja otra etapa musical: “El título trata sobre cómo me siento sobre las cosas: desearía ser más inteligente, más productivo; en vez de eso sólo soy un músico que canta. Este es un álbum tranquilo, más que cualquiera de Butthole Surfers. Tengo 60 años, y cada vez que intento escribir una canción de rock me siento un poco estúpido”.
El imaginario de Butthole Surfers: un asesinato en el que el arma homicida es un lápiz clavado en un oído, un perro de tres ojos, programas radiales de autoayuda como autoridad sicológica, hombres blancos observando a hombres negros en el estacionamiento del mercado, como si fueran alienígenas en una película de ciencia ficción racial. Parecen elementos narrativos sueltos, pero son una unidad dentro de la banda: una visión lisérgica de la sociedad posterior a Reagan, desprovista de utopías y héroes, contada como si la fábula Humpty Dumpty fuera el acto fundacional de Estados Unidos. Butthole Surfers fue de lo más extraña, hasta que la realidad la superó.
–¿Escuchaste a Lee Hazelwood para armar el disco?
–No, trato de mantener las influencias al mínimo cuando compongo; no escucho mucha música, vuelvo a los Beatles. Empecé muy joven, tocando covers de los Monkees; luego vinieron Grand Funk, Railroad y Motörhead. Después llegó el punk, y ahí me hice músico.
–Pero tenías más técnica en la guitarra que el punk promedio.
–Sí, pero eso no es mucho decir.
–Butthole Surfers fue intensa en vivo. ¿En qué época fue su pico?
–Alrededor de 1987, porque no habíamos firmado con un sello grande; éramos una de las bandas independientes que más recaudaba en gira y todas las noches llevábamos caos al escenario. Viajamos en una camioneta, como una banda de verdad; con el tiempo firmamos con un sello grande y nos ablandamos.
–¿Cómo desarrollaron su show visual?
–Hacíamos lo que queríamos ver, con estrobos, imágenes horribles cantidades exageradas de humo, fuego y un arma. Fue muy divertido hasta que llegó el atentado a las Torres Gemelas y perdí el interés. Éramos un mal viaje de ácido, pero ese caos fue verdadero. La realidad de Estados Unidos en los cuatro años recientes fue más extraña de lo que pudimos imaginar.
“Fuimos afortunados: prendimos fuego en el escenario, literal, todas las noches y nunca pasó nada, después fue el incendio en el recital del grupo Great White. El cantante, Gibby Haynes, usaba una escopeta de perdigones en el show.
“La escopeta era una parte habitual de nuestro acto; aunque suene increíble, usarla en el escenario era legal. Empleamos cartuchos para entrenar perros. Una noche, en Lollapalooza de 1991, estaba tocando y cuando abrí los ojos Gibby y Siouxie Sioux estaban peleando en el suelo por el gatillo, así que me escondí rápido. Puedes golpear una lata desde una buena distancia con una de esas armas.”
–¿Perjudicó a la banda tener un hit con Pepper en 1996?
–Marcó el comienzo de nuestro fin, pero eso pasa con los grupos: se convierten en algo bueno y luego en algo no tan bueno. Siempre pensamos en la banda como una misión suicida, después nos dimos cuenta de que íbamos a sobrevivir.
–¿Pensar al grupo como misión kamikaze fue productivo?
–Desarrolló nuestra personalidad; temprano en nuestra carrera quemamos todos los puentes, pasamos hambre y cuando te enfrentas a eso hay que dar lo mejor.
“Muchos músicos me han preguntado cómo tener éxito en el negocio de la música, y les respondo que no deberían intentarlo, sobre todo si tienen tan poco talento como nosotros, porque no se puede tener otro trabajo o una vida, hay que dedicarle todo a la música; esa es la única forma de tener un chance.”