La mitad de las familias en Estados Unidos formadas por población mexicana inmigrante son dueñas de su vivienda, un aspecto poco conocido de la economía, revela un nuevo reporte.
De acuerdo con el más reciente estudio del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla), la mejoría de la situación económica de la población mexicana inmigrante contribuyó a que aumentara el porcentaje de hogares que es propietario de su vivienda.
En 2013, el porcentaje de hogares de población mexicana inmigrante que eran propietarios de su vivienda resultó de 44.6 por ciento, pero comenzó a incrementarse para alcanzar 50.1 por ciento en 2019.
El estudio elaborado por Jesús A. Cervantes González, gerente de Estadísticas Económicas del Cemla, precisa que en 2019 la población mexicana inmigrante habitaba 4 millones 478 mil viviendas, de las cuales 2 millones 441 mil viviendas eran propias.
Explicó, que lo anterior se debe a que de 2013 a 2019, en Estados Unidos la situación económica de la población mexicana inmigrante mejoró de manera significativa, al incrementarse su nivel de empleo y sus remuneraciones medias, lo que aumentó su ingreso total.
Ciudadanía y crédito hipotecario
La media del valor de la vivienda propia de los inmigrantes es de 177 mil 800 dólares (poco más de 3.5 millones de pesos). Si se considera esta mediana como un indicador del precio promedio, resulta que en 2019 el valor total de las viviendas propias de los inmigrantes mexicanos alcanzó 398 mil 626 millones de dólares, equivalente a 32 puntos porcentuales del producto interno bruto (PIB) de México.
Un elemento importante es la ciudadanía que se adquiere con el tiempo y en ese periodo se efectúa un proceso de acumulación de recursos para adquirir la vivienda. Además, la ciudadanía da confianza al acreedor para otorgar un crédito hipotecario.
El porcentaje de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos con ciudadanía ha aumentado en años recientes. Así, el porcentaje se elevó de 21.8 por ciento en 2007, a 26.5 en 2014 y a 33.8 por ciento en 2019.
Por su parte, la antigüedad de residir en Estados Unidos favorece el conocimiento del inmigrante sobre la oferta en el mercado hipotecario y facilita un proceso de acumulación de recursos. Asimismo, fortalece la confianza del acreedor en el receptor del financiamiento hipotecario, en este caso los inmigrantes mexicanos.