La pandemia del Covid-19 llegó hace un año a la Ciudad de México y puso a prueba a un sistema de salud en proceso de reconstrucción; además, atacó principalmente a una población empobrecida y enferma, resumió la secretaria de Salud capitalina, Oliva López Arellano.
En entrevista con La Jornada, la funcionaria afirmó que, a pesar de esas circunstancias, la respuesta del gobierno local fue rápida, unificada y se movilizaron todos los recursos humanos y económicos para la atención de la enfermedad, que hasta el 25 de febrero ha costado la vida en la ciudad de 34 mil 706 personas, con un acumulado de 549 mil 785 personas contagiadas.
Aseguró que en la mayoría de los casos se pudo ofrecer una cama hospitalaria con ventilador a los pacientes muy graves, lo que se refleja en que las defunciones domiciliarias no rebasaron 10 por ciento.
A un año de que se confirmara el primer caso de coronavirus en la ciudad y el país, advirtió que si bien hay una disminución en los indicadores, la pandemia continúa y que la vacunación, si bien es esencial para reducir el riesgo de enfermedad grave, no es una solución mágica.
Una ciudad con características especiales
López Arellano señaló que uno de los principales desafíos enfrentados en esta pandemia tiene que ver con las características sociodemográficas de la capital, no sólo por la densidad poblacional, sino también por una desigualdad social y económica.
Dio como ejemplo que un porcentaje muy alto de sus habitantes trabaja en el sector informal y “esto es algo sobre lo que la pandemia se monta y hace que se exprese de manera muy descarnada”.
Eso impactó en el resguardo ciudadano para prevenir contagios, pues si bien hubo quienes tuvieron la posibilidad de hacerlo por varios meses, otros sólo pudieron hacerlo por 15 días.
Se trata, subrayó, de un virus desconocido, una enfermedad diferente, que no sólo es respiratoria, sino que afecta a múltiples órganos y tiene expresiones diversas.
Enfermedades prevalentes, factores de gran riesgo
Para la secretaria de Salud, las comorbilidades fueron trascendentes: “Descubrimos, de la peor forma, la asociación de casos graves con enfermedades de alta prevalencia en la ciudad como la diabetes y la hipertensión”, que en promedio sufren 20 de cada 100 adultos mayores de 20 años; sobre todo, obesidad y sobrepeso, que padecen 75 por ciento de capitalinos.
“Esta población que está empobrecida, desigual y enferma es uno de los desafíos más enormes que tenemos que enfrentar, que vive de manera muy precaria, que sus condiciones de trabajo y de vida son realmente difíciles.”
El otro reto, agregó López Arellano, fue enfrentar la pandemia con un sistema de salud local con una infraestructura y equipamiento envejecidos, como hospitales construidos hace 70 años, además de la falta de personal.
Recordó que al llegar el Covid-19 se tenía una déficit de mil 500 médicos, sobre todo especialistas, aunado a que 4 mil profesionales de la salud tuvieron que irse de un día para otro a resguardo domiciliario; por otro lado, se tenían sólo 350 ventiladores, de los cuales 50 no funcionaban.
Lo anterior fue resultado de “un sistema de salud devastado, desmantelado”, que encontró el actual gobierno en 2019, con más de 2 mil 500 equipos inservibles o viejos y sin mantenimiento y una mala distribución del personal.
El año anterior a la pandemia se comenzó a trabajar en la reconstrucción del sistema de salud capitalino; el Covid-19 llegó en medio de este proceso, por lo que admitió que el sistema aún es precario y “estamos débiles”.
Pese a eso, destacó que la ciudad tuvo una capacidad de respuesta, dentro de la complejidad y la tragedia que ha significado la pandemia, rápida, unificada, con todos los recursos económicos y humanos para su atención.
De esta forma, se contrató a 8 mil profesionales de la salud –la mayoría eventuales–, y se compraron 300 ventiladores mecánicos nuevos no sólo para la atención de los enfermos por coronavirus, sino también de otras patologías, y se desarrolló una capacitación masiva para el personal.
Sobre todo, subrayó que las instituciones de salud locales, federales y de la zona metropolitana trabajan como un sistema unificado en la reconversión de nosocomios, intercambio de equipos, la atención de enfermos y ahora la campaña de vacunación.
A eso se suman acciones como el uso de herramientas digitales para la detección de casos positivos, apoyos médicos y económicos a la población afectada más vulnerable, la aplicación masiva de pruebas gratuitas –hasta 22 mil al día–, alta hospitalaria temprana con oxígeno y la recarga de tanques sin costo, entre otras.