Se pensaba que la habilidad de niños y jóvenes en el manejo de pantallas digitales era signo de gran inteligencia, y hasta se llegó a creer que las nuevas generaciones nacen con esa capacidad extra. Sin embargo, investigaciones más recientes muestran que la inteligencia tiende a disminuir por el uso excesivo de aparatos digitales, pues afectan sus principales fundamentos: lenguaje, concentración, memoria y la cultura (definida como un corpus de conocimiento que permite organizar y comprender el mundo).
Hay evidencia científica de que los dispositivos digitales dañan el desarrollo neuronal. “No hay excusa para lo que estamos haciendo a nuestros hijos”, advierte el neurocientífico Michel Desmurget (Lyon, 1965), director de investigación en el Instituto Nacional de Salud de Francia, en su libro La fábrica de cretinos digitales, Ediciones Península 2020. La inteligencia –medida con exámenes específicos que arrojan un coeficiente intelectual–, tiene variaciones en el individuo según transita por distintas etapas de influencias estimulantes o inhibitorias, afectivas o intelectuales. Pero durante muchas generaciones se había observado que, en general, el coeficiente intelectual aumentaba de generación en generación. A eso se llamó el efecto Flynn, en referencia al sicólogo estadunidense que identificó tal fenómeno.
Sin embargo, recientemente esta tendencia comenzó a invertirse, según se ha documentado en Noruega, Dinamarca, Finlandia, Países Bajos y Francia, los “nativos digitales” son los primeros niños con coeficiente intelectual inferior al de sus padres.
Los neurocientíficos recomiendan que antes de los seis años no se usen pantallas, y que, a partir de esa edad, los niños accedan sólo tiempos cortos. En China hay medidas para regular la práctica de videojuegos: niños y adolescentes no deben jugarlos entre las 22 horas y las 8 de la mañana, ni exceder 90 minutos de exposición diaria, dado que el tiempo excesivo frente a una pantalla altera el sueño y retrasa la maduración anatómica y funcional del cerebro. Hemos entonces de cuidar el cerebro infantil y volver a nutrir la inteligencia con los libros, las artes y el ocio creativo (école), que sabiamente cultivaron los griegos.
PS Que los niños nos vean leyendo.