Querétaro. El presidente Andrés Manuel López Obrador inauguró el nuevo Hospital General de Querétaro. El nosocomio, construido al alimón con el gobierno del panista Francisco Domínguez Servién, reemplaza a un hospital que tenía 57 años, además de duplicar el número de camas (el nuevo contará con 120).
Debido a las medidas sanitarias vigentes, el listón blanco fue cortado frente a unas cuantas personas. Cerca del presidente sólo quedaron los invitados del gobernador, es decir, su familia (las señoras vestidas como para una boda).
“Desde Querétaro enviamos un mensaje de unidad, optimismo y esperanza”, leyó el gobernador Domínguez, con una voz que se trababa cada dos líneas.
En realidad, su discurso podía resumirse en una palabra que pronunció dos veces: “Gracias”.
En la conferencia matutina el presidente López Obrador ya había soltado los obuses mayores, de modo que un una breve pieza habló del derecho a la salud y de los esfuerzos de su gobierno para duplicar el número de especialistas médicos.
Afuera, desde unas horas antes del arribo del primer mandatario, unas tres decenas de miembros del grupo de ultraderecha Frena esperaban con banderas nacionales y letreros de “No eres bienvenido”. Ellos y los simpatizantes del presidente -poco más de un centenar- se liaron en un duelo verbal que seguía incluso cuando la ceremonia oficial había concluido.
“¡Es un honor estar con Obrador!”, gritaban de un lado. "¡Ahí viene la rata López!”, respondían del otro.
El cuadro lo completaban grupos de indígenas, colonos y un grupo de muchachas que llevaban carteles que el presidente no miró, pues entró por otro lado: “Señor presidente, rompa el pacto”, decía el de Toño suavecito.
En pleno discurso presidencial, dos mujeres lograron burlar la seguridad y saltar las rejas del hospital. A ambas les permitieron entregar sus peticiones directamente a López Obrador.