El 2020, año sin tiempo ni espacio, en el que las líneas divisorias de nuestra antigua cotidianidad se volvieron borrosas. Año en que el encierro nos llevó a habitar aún más nuestros universos interiores. Los artistas dedicados al sonido no fueron excepción en tal experiencia y, como se dijo al inicio de este conteo, fue la música una de las cosas que nos mantuvieron a flote. Como un servicio a la comunidad de mente abierta y hambrienta de novedades auditivas, aquí la tercera parte de este repaso aproximado de música internacional, editada el año pasado, llamada de forma genérica avant-garde o experimental, difícil de encasillar dentro de los géneros populares, aunque puede contener pizcas de jazz, orquestal contemporáneo o folk tradicional, pero ir más allá; música que explora y se fuga, que huye de la temporalidad y la posible vigencia; que suena como hecha hoy mismo o quizá mañana.
1. PRAED! Orchestra, Live in Sharjah (Líbano). Trece músicos y cantantes generan una increíble amalgama de música contemporánea, electroacústica e improvisación libre, que fusiona instrumentos tradicionales como el buzuq, el darbouka o el arpa de boca, con sintetizadores análogos, órganos, saxofones, clarinetes, electrónica digital, corales alucinantes, percusiones diversas, para con ello mezclar el género egipcio shaabi con una amplia gama de ritmos y timbres. Un disco vital, creativo, enigmático.
2. Crazy Doberman, Illusory Expansion (EU). Fantástica ilusión sonora que entre múltiples órganos sesenteros y cintas en reversa, incorpora free jazz pacheco, música concreta y exuberantes paisajes cósmico-análogos, entre guitarras filtradas, flautas y trompetas oníricas. Acidez instrumental magnífica, extrema, delirante.
3. ONO, Red Summer (EU) y Neptunian Maximalism, Éons (Bélgica). Con casi 40 años de trayectoria, los primeros, ruidoso combo, hacen un fiero disco combativo, antirracismo (el título evoca las matanzas raciales de 1919), infestado de noise, spoken word de eco dub, pedaceras de rock distorsionado, funk, trompetas jazzy, detalles rítmicos electro-hip-hoperos: un excitante y explorador malviaje. Los segundos, en perfil caótico y explosivo similar, ejecutan una especie de drone-metal sombrío, lisérgico, igualmente siniestro que sicodélico, de percusiones pesadas y saxofones jazz-arabescos-afro-beateros.
4. Delphine Dora, L’inattingible (Francia) y Ana Roxanne, Because of a Flower (EU). La primera, cantante y pianista, crea un bellísimo universo propio de poesía musitada, corales fantasmas, órganos, clavecines, guitarras eléctricas perdidas, cuerdas reverberantes, dirigido por ella y ejecutado a distancia por 14 músicos del mundo. La segunda, nacida en Filipinas, también experimenta con la voz, leyendo poesía, reflexionando sobre la identidad y la naturaleza, o vocalizando vaporosas notas de inspiración eclesial sobre teclados o cuerdas mínimas: ambient onírico, meditante.
5. Tara Clerkin Trio, Tara Clerkin Trio (Inglaterra). Provienen del jazz pero no suenan a jazz. Saxofones, clarinetes, baterías suaves, ritmos cuadrados, sintetizadores, pianos disonantes, crean paisajes de sutil introspección atmosférica entre notas vocales largas usadas cual instrumentos, o aplicando un canto minimalista, oculto, entre procesos digitales pop-sicodélicos. Gran ricura.
6. Anna von Hausswolff, All Thoughts Fly (Suecia) y Antonina Nowacka, Lamunan (Polonia). La primera combina grandes paisajes con órganos tubulares y procesos digitales contemporáneos, de aguda reverberación gótica y oscuros episodios inspirados en los monstruos antiguos. La segunda ofrece un trabajo enteramente trabajado por la voz, sin camas ambientales de otro instrumento que no sea el de su garganta; con profusos ecos y aire celestial, inspirada en el canto religioso de Indonesia, forja un bello misterio contemporáneo.
7. Oliver Coates, Slim n slime (Inglaterra). Conocido por haber trabajado con Radiohead y la gran Mica Levi, este chelista de vanguardia, otrora creador incluso de dark-dance y drone, ofrece un ambient de texturas y ritmos circulares, plagado de repetidas cuerdas cinemáticas, a veces grandilocuentes, otras disonantes e intrigantes, siempre generando trance y tensión.
8. William Basinksi, Lamentations (EU) y Ellen Fullman & Theresa Wong, Harbors. El primero, prolífico compositor angelino experimental, aquí, a partir de sonidos de orquesta clásica deslavada, de cintas de 1979 desmembradas y vueltas a ordenar con otro tamiz, crea una oscura pesadilla ambient, a la vez triste y hermosa. Las segundas brindan tres extensas piezas de ambient taciturno, extraído de cuerdas disonantes de origen electroacústico, procesadas, y largos espacios de intriga minimal.
Twitter: patipenaloza