Como fueron antes el rock, el reggaetón, el reggae y el hip hop, hoy el rap es la expresión musical que resume la protesta social, el sentir de la calle. Proviene del acrónimo del inglés rhythm and poetry (ritmo y poesía), pero también de Rage Against Police (rabia contra la policía).
Nació hace medio siglo en la comunidad afroamericana del Bronx, en Nueva York, como respuesta a la discriminación racial. El ritmo luego se extiende a los barrios con migración latina, sobre todo la de Puerto Rico.
Sus máximos exponentes: LL Cool J, Eminem, Kanye West, Jay Z y Dr. Dre. En Inglaterra sobresalen Dizzie Rascal, Skepta y Wiley; en Francia, Booba, Akhenaton y MC Solaar, y en Alemania Tretmann, Shindy y Bushido. Sin faltar las fusiones; por ejemplo, hay rap-flamenco.
Las creaciones de los principales raperos logran ventas millonarias. Además, los contratan grandes firmas para promocionar desde tenis hasta ropa. Jay Z recién vendió en millones de euros la mitad de su marca de champaña, Armand de Brignac.
Expresión de los inconformes
Con el paso de los años, y con artistas muy diversos en su origen y estilo, el rap se convirtió en la expresión sonora de los movimientos inconformes con el statu quo imperante. Es un fenómeno cultural y social del que se ocupan los especialistas de la música y de otras disciplinas.
Esa forma de protesta irreverente, sin límites, cuestiona en muchas partes los alcances de la libertad de expresión.
En España, por ejemplo, está preso el rapero Pablo Hasél, no tanto por calificar de corrupta, merecidamente, a la familia real, sino porque en sus canciones hace apología de la violencia y enaltece la acción de grupos terroristas.
En México, y sin medir la importancia que tendría, fue el comediante Memo Ríos quien abrió camino al rap, al grabar en 1979 la versión en español del histórico Rapper’s Delight, de Sugarhill Gang. Luego se sumarían decenas de ejecutantes. Como los que defienden el zapoteco, mixe, zoque y huave como su lengua materna.
Mientras exista injusticia y discriminación, habrá rap.