“Cada país de la región de América del Norte deberá de colaborar con el resto de las respectivas soberanías, para construir el bloque mas poderoso a nivel global” (contralinea.com.mx 15/2/21) Así se expresó Esteban Moctezuma al asumir el cargo de nuevo embajador de México en Estados Unidos (EU). Ya somos parte del TLCAN y del T-MEC en abismal asimetría de poder con la potencia norteña agravada por la concentración del comercio mexicano en EU, con inversión dominante de EU.
¿Formar un bloque con una potencia cuya diplomacia de fuerza se hace sentir bajo la movilización de su complejo industrial militar, cuyo poder quedó bien calibrado por Eisenhower citado en “Biden y el Complejo Militar-Industrial”? ( La Jornada, 11/2/21). Es una diplomacia unilateralista ajena a los principios de la nuestra. ¿No es suficiente la integración subordinada de los neoliberales que, junto al programa de ajuste estructural, dejó a México en ruinas, título de un vital estudio de Arturo Ortiz Wadgymar (UNAM/2010)?
Ya nos subordinaron a los leoninos tratados mencionados. Me pregunto: ¿dónde están consignadas las aspiraciones bloquistas de la 4T? El artículo 89 mandata al titular del Ejecutivo conducir la política exterior bajo “los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales”.
Al revisar la política exterior de EU después de la Segunda Guerra Mundial y, en especial, de los ataques no aclarados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, encuentro elementos que han configurado lo que cabe calificar de sistemática “diplomacia de fuerza”, por la declaratoria urbe et orbi de virtual estado de excepción, contenida en el documento Estrategia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, ratificado en septiembre de 2001, bajo la noción nazi de la autodefensa anticipatoria. Es una declaratoria de “estado de excepción”, enarbolada en 1930 por el nacional socialismo alemán, en los hechos, de repercusión mundial.
Al ofrecer una reflexión sobre tan magno evento, Gore Vidal, entre los más destacados novelistas y ensayistas críticos de EU, menciona que después de leer el documento, el historiador Joseph Stromberg exclamó: “hay que leerlo para creerlo”. Y es que, a decir de Vidal, la mencionada doctrina “predica que sería deseable que EU se vuelva –para usar las palabras de Adams– la “dictadora del mundo”. También (la doctrina) da por sentado que el presidente y sus lugartenientes están moralmente facultados para gobernar el planeta. Declara el documento que “nuestra mejor defensa es una buena ofensiva”. Para luego añadir que “la doctrina de la prevención es asunto de sentido común y autodefensa” y agrega que “EU actuará contra las amenazas que surjan antes de que se formen por completo” (cursivas de Gore Vidal) quien ironiza imaginando al encargado del Departamento de Justicia “arrestando a todo varón mormón antes de que pueda secuestrar ocho jovencitas para hacerlas sus esposas”. (G. Vidal, “Somos los patriotas” en Cultura y neofascismos: disidencias, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2003).
Las advertencias citadas por Vidal son de John Adams, notable filósofo de la política, vicepresidente y sucesor de George Washington entre 1797 y 1801, seguido por Thomas Jefferson (1801-1809) en lo que sería un rosario de agregados territoriales, empezando por la “compra de Luisiana” (1803) que duplicó de un plumazo el territorio de EU. La pactó Jefferson con Napoleón a espaldas de la población indígena brutalmente afectada. En aquel entonces, el embajador de España en EU dijo que esa “compra” territorial abría las puertas de la Nueva España (y de México) a la voraz burguesía del norte de EU y así fue pocas décadas después también bajo el impulso de la soez guerra de agresión expansionista y esclavista contra México bajo el lema de “a los mexicanos como a los apaches”.
Menciono las operaciones bajo legalidad de transacción de compra territorial, porque en un debate presidencial sostenido entre el entonces vicepresidente Al Gore y Ross Perot, opuesto al TLC, Gore equiparó al tratado con la “compra de Luisiana” (1803) y la compra de Alaska a Rusia en 1867.
Cuando me pregunté qué está comprando EU en México con el TLC, lo primero que pensé fue en Pemex y la CFE, principales ejes de acumulación del país y así lo consigné en La compra-venta de México, Ceiich-Unam, 2002 y 2016, ambas bajo histórica recuperación por su importancia estratégica. A esas desventajosas condicionantes y a la postura neoliberal de seis sexenios al hilo ¿agregar ahora la soberanía en riesgo de asfixia de bloque? Pues no.
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