Ciudad de México. Los cuentos que Luis Jorge Boone (Monclova, 1977) escribió para su libro Suelten a los perros son protagonizados por hombres que van por la vida con un sufrimiento clavado. “En los varones hay una vida interior que también merece ser explorada y experimentada desde una postura abierta”, declara en entrevista el autor coahuilense.
El club de salir a correr los viernes, relato publicado por Editorial Era, será leído mañana, a las 18 horas, en un maratón encabezado por el escritor y se transmitirá por la cuenta de Facebook @fundacionccm.
Los narradores masculinos, dice, son héroes trágicos con pequeñas derrotas, “están heridos, buscando de alguna manera volver a pegar los pedacitos que son y encontrar su nuevo lugar en el mundo”. Con nostalgia, respeto, asombro o hasta miedo es como lo enfrentan.
El autor observa el transcurrir del Universo y el cambio constante con personas que dejan de estar: “He vivido como varón, sufriendo y experimentando la vida desde un lugar en el que me puso la sociedad. También soy responsable de ver ciertas cosas”.
Un expulsado de la vida conyugal que lucha contra una rata en el nuevo hogar, el joven soñador aspirante a actor y un corredor improvisado relatan con humor mordaz su travesía biográfica, en contraste con un padre recién divorciado y un exiliado de la visión de su pareja, quienes aportan un soliloquio existencial e íntimo. “Todos han perdido algo”.
Son los narradores de la vida cotidiana enfrentada por Boone (Coahuila, 1977). “Me gustan los libros de cuentos que nacen como una especie de constelación. Están separados, tienen una distancia formal, pero juntos significan algo”.
En uno de sus cuentos, el protagonista es incapaz de cumplir con “lo que dicen que debe ser todo hombre, descendiente de los machos imperiales que mata-ban mamuts”.
En las cinco narraciones las batallas implican lidiar con las parejas, “las que ya fueron o las que se anhelan”. Los personajes creían cierta cosa, de sí mismos, de la relación que iba a durar para siempre y ser la piedra a la que podían sujetarse. Pero de pronto las cosas no son así”.
Al mismo tiempo enfrentan la erosionada, conflictiva y cambiante relación con la familia. “Aquí en México tenemos una idea muy idealizada de la mamá abnegada, el padre por tradición distante, silencioso y ausente. Desde Pedro Páramo podemos ver en la literatura mexicana que se trata del papá que no está. No quiero una visión heredada, quiero ver la realidad como es, una misión muy propia del arte”.
El desierto, los barrios populares en caprichoso crecimiento, las palomas que cagan los balcones en el centro de Monclova son algunas de las geografías de su reciente libro, paisajes del lugar natal que vuelven a su literatura, como en la novela Las afueras o sus poemarios.
A pesar de tener unos 15 años de no radicar en Coahuila, el aire sofocante y los autos que mueren de insolación se cuelan en el imaginario que dibuja el lector en una memoria que se reconstruye en la imaginación.
“Nunca me he terminado de ir”, cuenta el escritor de 43 años, quien lleva al lector a las calles de “una ciudad con muy pocas galas o atractivo turístico; es una ciudad muy industrial, que me hizo sufrir mucho cuando buscaba un camino para expresarme a través de la creación, porque está centrada en sobrevivir”.
Es su lugar de origen, donde apren-dió a caminar las calles, enamorarse y darse cuenta de que la vida duele. Donde logró definirse como autor. A la que regresa, así como a sus alrededores como Cuatro Ciénegas, las montañas y carreteras. “Mi versión quizá ya no existe. Es la impronta que dejó ese lugar en mí”.
Como lector le interesan textos con vuelcos inesperados. Admira los libros ambiciosos con textos no tan breves y que no es azaroso que estén juntos, como con Joyce Carol Oates, Alice Munro o Richard Ford. Sus propias constelaciones del Universo en el que todo está pasando.
Desde el otro lado de la página, de quien la escribe, tiene la oportunidad de modificar la ruta de los personajes, con desviaciones o visiones de profundidad. A veces con lenguaje más lírico, donde la palabra bato es de uso corriente. “De alguna manera quiero responderle al lector y a la literatura por lo que hace por mí”.
Algo que Luis Jorge Boone aprendió es que “el hombre herido en el corazón puede por fin mirar la realidad tal cual es y percibir sus misterios. Ahí hay toda una mística de los personajes”.