El señor Luis Rubio es ejemplo señero de los neoliberales locales. Como algunos otros, ha cultivado con esmero variadas conexiones con sus similares externos. Fue educado en escuelas privadas y del exterior, esas que preparan a los que podrán ser, después, sus hijos predilectos. Muchos de estos personajes reproducen las simientes que les han sido cuidadosamente sembradas en sus receptivos ánimos y visiones. Es decir, fueron y continúan siendo practicantes del colonialismo per se. Su carrera se ha desarrollado entre la asesoría sobre asuntos financieros, la escritura de sesudos artículos capaces de repercutir en diarios centrales y las relaciones con élites nacionales. Bancos, empresas globales (Coca-Femsa) hedge funds y ONG han sido su entorno. Acabado producto para la ideología y los intereses del antiguo régimen. Integrante también de ese, muy especial grupúsculo, cuestionadores con arrestos de profundos arcanos, poco conocido para las “provincianas” huestes de base.
Don Luis lleva ya una marcada trayectoria para cuestionar, con argumentos voladores de supuestos, al gobierno actual de México. En su última entrega usa, la definitiva derrota napoleónica en Waterloo, ( Reforma, 21/2/21) para sellar la de este, su odiado populista. Pertenece a esa muy estilizada cepa de articulistas que desdeñan, desde sus mismas bases y en todas sus acciones, lo que signifique o incluso huela a una tentativa de renovación nacional. Ello le produce urticaria, seca y rasposa, en su ilustrado espíritu de arrojado “demócrata”. Nada de lo que diga o haga el presidente López Obrador junto con todo lo que sale de Palacio Nacional sigue una ruta estratégica, realista, positiva. Nada de lo anidado por esos rumbos producirá crecimiento, bienestar o desarrollo. La equivocación, la arrogancia del inocente, la improvisación del primitivo es el perfil que recoge en su ya larga prédica mediática.
Ocupa, claro está, lugar destacado en el diario Reforma. Desafortunadamente para él, y para sus alegatos, mucho de ello se diluye entre el nutrido arsenal que, ese diario, transcribe para el combate político contra el cambio de régimen. Rubio es un hombre de mundo y sus contactos nada tienen que ver con la chusma. Sus principios siempre giran y aprovechan lo último que se publica en el planeta por él escogido.
Este domingo ha escrito una cuasi obra terminal que da cuenta del fracaso de AMLO y sus pretensiones transformadoras. Empieza negando la necesaria estrategia para todo el gran sector de la salud. Sigue luego para no verla en el combate a la pandemia. Extiende tan cruciales carencias estratégicas, a las acciones para vacunar a los mexicanos. Él, como reconocido pensador, puede oler, visualizar, detectar, sentir, cuando las hay, o no, en aquellos a los que pasan delante de su horizonte visual. Uno que se reduce y agota dentro de su consustancial óptica de negocios. AMLO dice, don Luis, ¡nada ha aprendido! Ha seguido un script absoluto e inamovible. Desea hacer su propia historia dogmática. Una que, en el fondo –asegura el articulista– es, sin tapujo que valga, una ilusión. Simplemente no tiene capacidad de aprender, concluye orondo. Se une así al coro que le exige a López Obrador adaptarse a las circunstancias cambiantes. Tal como, asume, los neoliberales se adaptaron en su largo trayecto destructivo del país. Esos que nunca dieron golpe de timón alguno, sino que siguieron, trágicamente, produciendo corrupción y miserables por millones. Lo hicieron sin cejar cambio en su cometido. En ese ambiente prosperó Rubio y otros varios de sus congéneres y que recibieron galardones varios.
Luego de una parálisis de dos años, asegura Rubio, se entrevé una catástrofe en puerta. Ni siquiera tiene el gobierno una estrategia de vacunación. Ni en la compra de tales medicamentos ni en su parte logística. Tal parece que sólo repite el mantra del uso electorero de ese proceso. Las contradicciones que logra en su escrito se dan a renglón seguido pues, en varias ocasiones, menciona tal estrategia. En efecto, la urgente reparación de la infraestructura de salud heredada, no califica como parte estratégica. Tampoco lo hacen las previsiones y negociaciones para conseguir el instrumental adjunto. La contratación de miles de especialistas –que no se tenían– fue, entonces, inconexo trabajo. Diseñar toda una concepción de semáforos, concitar todo un ensamble de científicos y especialistas sólo apuntan improvisación para el agudo analista. La minuciosa colección de datos cotidianos, para ir modulando los sucesos con los trabajos y las metas en el combate pandémico no existen o quedan fuera de la vista del crítico empecinado. Don Luis ya es integrante de ese grupo de 60, o más años, establecido como estratégico para ser vacunado. Y recibirá, si quiere, su dosis cuando lleguen los promotores a su colonia o puerta. Para eso hubo toda una campaña previa en busca de sus contemporáneos.