Río de Janeiro., En otro de sus movimientos inesperados y sin otra lógica aparente que procurar medidas de repercusión popular y atender a sectores del electorado que lo respaldan, el presidente ultraderechista, Jair Bolsonaro, anunció el viernes que remplazaría al economista ultraliberal Roberto Castello Branco por el general retirado Joaquim Silva e Luna, en el comando de Petrobras, la mayor empresa brasileña y una de las más grandes del sector en el mundo.
Dijo que era inadmisible que en lo que va del año los combustibles hayan experimentado, “sin transparencia”, un aumento de 30 por ciento en las gasolineras.
La reacción del mercado ha sido inmediata: el mismo viernes, los papeles de la petrolera cotizados en la Bolsa de Sao Paulo cayeron 7 por ciento. El lunes, el desplome fue aún más acentuado: 20 por ciento. También las acciones cotizadas en Nueva York sufrieron pérdidas.
Ayer hubo cierta recuperación –6 por ciento–, pero otras estatales, en especial la Eletrobras y el Banco do Brasil, vieron perder su valor en la bolsa en alrededor de 7 por ciento. En dos jornadas bursátiles la pérdida de las tres fue de alrededor de 21 mil 650 millones de dólares.
Al mismo tiempo, creció de manera palpable en el mercado financiero un malestar con relación al presidente que hasta ahora había contado con su respaldo mayoritario, y aumentaron las expectativas sobre el destino del también ultraliberal Paulo Guedes, ministro de Hacienda, que otra vez se vio arrollado groseramente por el mandatario.
“Vienen más cambios”
Poco a poco aumenta la decepción y crece la distancia entre el mercado y Bolsonaro. Y para enturbiar más el ambiente, el mandatario anunció que “más cambios vendrán”, lo que se interpretó como la sustitución del presidente del Banco do Brasil, otro economista ultraliberal, y aseguró que irá a “poner el dedo en el enchufe”, en alusión a la estatal de energía eléctrica Eletrobras.
También se esperan defenestraciones en el equipo directo de Paulo Guedes, quien mantiene un estruendoso silencio en medio de la tensión.
Al principio de la noche, y como una señal al mercado de que la política de privatizaciones se mantiene, pese a la interferencia en Petrobras, Bolsonaro, acompañado por Guedes y un séquito de ministros, entregó al Congreso el decreto-ley que propone la privatización de Eletrobras.
Sobran indicios de que hay fuerte resistencia a la idea, en especial entre los diputados. Pero queda entendido que, en caso de que el decreto sea rechazado, Bolsonaro podrá enviar al mercado un mensaje claro: “Lo intenté, cumplí con mi palabra”.
Todos esos movimientos tienen como objetivo bajar las tarifas de los servicios públicos y buscar “más eficacia” en el equipo económico. El indicado por Bolsonaro para la petrolera, el general retirado Joaquim Silva e Luna, tendrá su nombre sometido al consejo de administración de Petrobras, que al menos en teoría tiene el poder de rechazarlo.
Formado por 11 integrantes, dos de los cuales –designados por Bolsonaro– son militares retirados, el órgano máximo de decisiones mantuvo este martes una reunión de notable tensión. Iniciada a las ocho y media de la mañana, hasta el final de la tarde nada había sido aún decidido.
Mientras, el Ministerio Público Federal accionó el Tribunal de Cuentas de la Unión para investigar la intervención directa del presidente de la República en la empresa que, pese a ser controlada por el Estado, es de capital mixto.
Otro problema que la intempestiva decisión de Bolsonaro tendrá que superar está en la Ley de Estatales, que determina que para presidir a Petrobas el indicado necesita comprobar una experiencia de por lo menos 10 años de liderazgo empresarial y cuatro de ejercicio directivo.
Silva e Luna pasó la vida en los cuarteles, y su única experiencia como directivo empresarial son los dos últimos años, cuando presidió la Itaipu, la binacional brasileña-paraguaya de energía eléctrica. Que, a propósito, elevó sus tarifas un 15 por ciento en un año.
Si pese a toda la tensión se aprueba el nombramiento del general para Petrobras, un tercio de las estatales brasileñas quedará en manos de uniformados, reflejo elocuente de la militarización del gobierno del país.
Con relación a otro enigma que preocupa al mercado, sobre qué pasará con Paulo Guedes, hay fuerte expectativa para saber hasta cuándo se mantendrá, a medida que otros de los suyos sean defenestrados, como ocurrió con el presidente de Petrobras.