La visita de Estado que realiza a México el presidente argentino, Alberto Fernández, marca un momento auspicioso en la relación entre su país y el nuestro y también, por lo tanto, para el resto de América Latina.
Es difícil entender que el vínculo entre las naciones argentina y mexicana, intenso en lo que se refiere al ámbito de la cultura, siga siendo, en cambio, tan poco trabajado en el del comercio y la economía en general. Más allá del obvio obstáculo de la distancia, que pudo ser formidable en tiempos pasados, pero que resulta menor en la era de la globalización, sólo los destiempos políticos permiten explicar lo poco que se ha avanzado en la integración entre los dos mayores países de Latinoamérica después de Brasil y entre dos economías que resultan en más de un sentido planetas gemelos.
Cabe recordar que no fue sino en fechas relativamente próximas que se presentaron condiciones propicias para concretar el anhelado y necesario proceso de integración latinoamericana; específicamente, en la primera década de este siglo, con la llegada al poder de gobiernos progresistas, soberanistas y con sentido social en la mayor parte de las naciones de Sudamérica. Ello permitió conformar la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), anunciada en 2004 en la Declaración de Cuzco y formalizada cuatro años después mediante un tratado constitutivo. En el ámbito político, bajo el influjo de esos gobiernos, se creó en 2010 la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac). México participó en el primero de esos foros con carácter de observador y como pleno integrante, en el segundo.
Pero cuando esos organismos fueron establecidos, la presencia en ellos de nuestro país se vio muy atenuada por el modelo neoliberal que orientaba a Los Pinos y que priorizaba la integración económica –e incluso diplomática y estratégica– de México con Estados Unidos.
El presidente Andrés Manuel López Obrador se propuso dar un giro a la política exterior y fortalecer los vínculos con Centro y Sudamérica en todas las dimensiones, pero para cuando llegó al cargo el escenario continental había cambiado de manera drástica y el Cono Sur había perdido su momento integrador. Más aún, entre 2018 y 2019 los gobiernos derechistas instaurados tras el colapso temporal del ciclo progresista en el subcontinente desmantelaron el organismo internacional: Mauricio Macri (Argentina), Jair Bolsonaro (Brasil), Sebastián Piñera (Chile), Iván Duque (Colombia), Lenín Moreno (Ecuador) y Luis Lacalle (Uruguay) retiraron a sus respectivas naciones de Unasur, en tanto que la Celac había perdido mucha de su fuerza original.
En ese entorno, la coincidencia en el tiempo de López Obrador y de Alberto Fernández permite avizorar un nuevo aliento al acercamiento bilateral y un impulso a los procesos integradores regionales. Hay para ello la base de un buen entendimiento intergubernamental y una historia compartida que resulta sobresaliente en lo social y en lo cultural. Es inevitable recordar, en este punto, a personalidades argentinas que vivieron en nuestro país, ya fuera empujadas por el exilio o por el interés profesional, y que dejaron en él una importante huella, como la actriz y cantante Libertad Lamarque, el editor Arnaldo Orfila Reynal, el poeta Juan Gelman o el periodista Rodolfo Puiggrós.
Ahora es tiempo, en suma, de avanzar en el fortalecimiento de una relación económica justa y mutuamente benéfica entre estos dos países, los mayores de habla española en el mundo.