La Editorial Alias publicó un facsímil de la primera edición de Grapefruit (Wunternaum Press, Tokio, 1964), de la artista Yoko Ono (1933), traducida al español por Ediciones de la Flor, de Buenos Aires, Argentina, en 1970, con el nombre Pomelo.
El libro de artista es un homenaje a Ono, pero al mismo tiempo a su traductora, la editora y periodista Susana Pirí Lugones (1925-1978), quien generaba polémica en su calidad de “traductora descolonizada al trasladar modismos en inglés al lenguaje popular argentino. Usó la traducción como posición política”, expresó la pintora Magdalena Jitrik en la presentación virtual de Pomelo dentro de la 42 Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM).
La portada de la edición argentina difiere de la original, ejemplo del arte conceptual, al ser muy ligado al arte pop del momento. Para Jitrik, su publicación obedece a una época en Argentina de “efervescencia de vanguardias latinoamericanas y de editoriales independientes que se lanzan en proyectos medio experimentales como éste”.
Jitrik planteó un paralelismo entre el ámbito político y de violencia en que se movieron Ono y Lugones, nieta del poeta Leopoldo Lugones, casada con el periodista Rodolfo Walsh, desparecido por la dictadura argentina, al igual que Pirí, en tanto Ono vivió el asesinato de John Lennon.
Pomelo es un libro de instrucciones para disfrutar del momento, de lo cotidiano, que el lector puede llevar a cabo, como “observar las estrellas hasta la primavera”, cosas que a Jitrik le resonaban mucho en la actual circunstancia de la pandemia.
Yoko Ono también ha sido una influencia para el curador y artista Guillermo Santamarina, sobre todo en lo que se refiere a su actitud: “Siempre fue, y sigue siendo, la más repudiada de lo que es este cosmos Beatles. Repudiada por cuestiones inevitables ligadas al racismo y la misoginia. Siempre me pareció caída de otro planeta. Siempre me han fascinado los excéntricos, en especial desde el momento en que Lennon escogió a este ser tan extraño, tan poco fancy, bonito, obviamente, por algo más”.
Santamarina recordó que Ono tocaba el piano desde los tres años. Luego, se casó con el compositor japonés Tochi Ichiyanagi, quien ha explorado otros modelos con el ruido, con la descomposición de las partituras. Durante la estancia de la pareja en Nueva York, en su apartamento en Manhattan, Ono organizaba recitales con otros artistas sonoros de la época. “Yoko no es una improvisada. Es una música muy culta”, subrayó el curador.
Pomelo no es un libro de feminismo radical; sin embargo, “da la oportunidad a otra dimensión de este pensamiento para entender el papel de una mujer que puede ser sumamente sensible en su sociedad y cambiar de manera no estridente, a pesar de que lo puede ser con su música, pero su literatura es suave y transparente”.