En las estadísticas secretas o encubiertas de la pandemia, tampoco se lleva registro de la cantidad de personas insultadas, relegadas o incluso amenazadas por la actitud escandalizante, para aquellos presas del miedo, de rechazar toda intención de vacunarse, tengan la edad que tengan y la actividad que lleven a cabo. Su franqueza o su escrupuloso sentido de la verdad les impide responder con un simple “ya me inscribí” o “ya me vacuné”, pero es aconsejable recurrir a este tipo de respuestas para tranquilidad de unos y otros.
Comprobado cada día que en el supuesto combate a la pandemia de Covid-19 han sido peores, mucho peores, los remedios aplicados que la enfermedad, al haber semiparalizado a la mayoría de las personas y alterado la vida en el planeta para salvarnos de morir, al menos a causa de ese virus. Al día de hoy se calculan 2 millones 500 mil fallecidos en un mundo con 7 mil 700 millones de seres humanos, y en México ha habido poco más de 180 mil muertos en una población total de 128 millones, siempre con registros relativamente confiables, ya que al satanizado virus se atribuyen fallecimientos que nada tienen que ver con éste.
Esas cifras evidencian que la sociedad enfrenta, hace casi un año, una pandemia económica-político-mediática antes que una enfermedad infecciosa letal a escala mundial. Otros datos confirmadores de la sobredimensionada pandemia se dan en Estados Unidos, donde desde 2017 la tasa de mortandad ha sido constante, al registrar unos 234 mil fallecimientos mensuales. Si en 2020 murieron 236 mil cada mes, la pandemia cobró 2 mil decesos mensuales por Covid-19; sin embargo, se indujo un severo trastorno en todo el planeta. Antes de la pandemia y con un añejo sistema de salud insuficiente, a casi nadie le importaba el número de muertos por enfermedades de elevada incidencia como diabetes, cardiovasculares, hipertensión, obesidad y cáncer y menos se tomaban precauciones, pero desde hace un año demasiados debemos quedarnos en casa y preocuparnos a diario de cuántos mueren por Covid.
Al vacunarse, las personas, adultos mayores o no, muy probablemente disminuyan miedos, estrés y depresión, lo que ayudará a fortalecer su sistema inmunológico y los riesgos de contagio. La mala noticia es que aún no se ha inventado la vacuna que nos salve de morir cuando La Puntual decida aparecérsenos, por lo que esperanza y cura siguen siendo relativas.