Para el productor Morris Gilbert, en 46 años de trayectoria que celebra este 2021, lo más fuerte que ha enfrentado es sin duda la actual pandemia, al margen de los terremotos y las diversas crisis económicas que ha sorteado.
Esta emergencia sanitaria “nos partió por el centro a todos; creo que es de los rubros más dañados y damnificados en el planeta, pues sin público no hay teatro, sobre todo sin esa comunión que se genera entre actores y espectadores” que dan vida a este fenómeno escénico.
Gilbert continúa renovándose a pesar de la agónica situación en que se encuentra la industria. Atrás quedaron esos años en que con entusiasmo y el deseo de ser actor logró su primer montaje –de los casi 130 que han visto la luz en nueve lustros– Los hijos de Kennedy y el musical más reciente, Ghost, la sombra del amor. Ahora está en espera de estrenar Pequeñas grandes cosas, protagonizada por Mariana Garza, y comenzar, en cuanto se pueda, con los festejos por el aniversario de su trayectoria.
Tras 11 meses de receso por la pandemia, “lo más difícil ha sido perder mi fuente de vida, que es el teatro; añoro enormemente los escenarios, el olor y el sabor a teatro, la comunicación con el público y con mis actores; todo eso lo extraño, porque hacerlo durante casi medio siglo y luego, de pronto, no poder realizarlo es muy frustrante”, expresó el productor a La Jornada.
Agregó: “Lo más arduo en estos meses ha sido reinventarnos, porque ahora hablamos el idioma streaming, palabra que antes ni mencionábamos y ahora se volvió parte de nuestra cotidianidad”.
Esta profesión, recordó, “es mi vocación desde muy pequeño: es irónico, pero siempre me gusta platicar lo que hacía desde que era niño, porque en mi grupo de amigos y en mi entorno producía espectáculos para ellos, sin saberlo era productor de teatro en ciernes, lo traía en la sangre; seguramente tuve antepasados que se dedicaron al teatro, no lo dudo ni tantito, porque estaba en mis genes y nunca quise hacer otra cosa”.
Un proyecto para vivir
Morris incursionó en el ámbito teatral como actor, bajo la tutela de su maestro José Luis Ibáñez, en el montaje Un proyecto para vivir, que se estrenó en el teatro Manolo Fábregas con las actuaciones de Fanny Cano, Carlos Bracho, Guillermo Murray y Ada Carrasco.
Un año después, y nuevamente bajo la dirección de Ibáñez, Morris realizó su primera producción: Los hijos de Kennedy, que se estrenó en el teatro Independencia, con Susana Alexander, Héctor Bonilla, Julieta Egurrola, Norma Lazareno y el Gilbert.
Tras el obligado paréntesis que implicó el terremoto de 1985, retomó su actividad, centrado en la producción, con obras como Y seguir viviendo, Mi vida es mi vida y Magnolias de acero.
En 1997 la Operadora de Centros de Espectáculos SA (Ocesa) anunció su incursión en el mundo teatral con el montaje del musical La Bella y la Bestia, que se estrenó en el teatro Orfeón el 8 de mayo. De manera paralela, la empresa comenzó a desarrollar su departamento de teatro de cámara con Morris Gilbert como director y socio.
En 2013, la División Teatro de Ocesa cambió su sede (Centro Cultural Telmex) por el teatro Telcel, en Polanco, que se inauguró el 17 de octubre con el musical Wicked, al que siguió El rey león, de Disney. Los miserables y Chicago son los otros dos musicales que han hecho temporada en este espacio.
Hoy no me puedo levantar, La Bella y la Bestia, Mamma mia! y Chicago fueron algunos de los musicales internacionales que se montaron en México en la primera década del siglo XXI, a los que se sumaron dos, concebidos y desarrollados en este país, ambos del subgénero conocido como “de rockola” (jukebox): Bésame mucho (boleros) y Mentiras (baladas de los 80), el cual se mantiene como el más longevo de su género en México.
Después de casi medio siglo en la industria, de tener innumerables obras en cartelera en el país y en otros puntos del orbe, además de trabajar con diversas figuras del espectáculo y dar vida a innumerables montajes, Morris Gilbert reflexionó: “Como le ha pasado a mucha gente, he revalorizado las cosas, he aprendido a dar valor a lo que realmente lo tiene, a entender que lo material es muy poco necesario e irrelevante, porque lo importante en la vida es ser feliz, pues ésta es muy breve y ahora en esta pandemia lo hemos constatado trágicamente”.