Hemos dicho en artículos publicados en este diario que para Estados Unidos existen países de primera, de segunda y de tercera. En este caso, el trato comercial que México recibió, como socio, fue de total iniquidad, ni siquiera de tercera. No se nos está tomando como de igual a igual. La muestra la tenemos con el problema surgido por la falta de suministro de gas. Los contratos absurdos que se firmaron en sexenios anteriores ponen al país en gran desventaja, empezando por la millonaria deuda que tenemos por la instalación de los gasoductos.
Aunque siendo ventajosos para Estados Unidos los contratos de venta de gas firmados por otros mandatarios, el clima es determinante para que se cumplan. Ahora tenemos un ejemplo de que la cancelación inmediata o mediata de la utilización de los hidrocarburos ha sido una manipulación hecha por aquellas empresas que fabrican opciones para proveerse de energías “limpias”. La transición energética lleva tiempo, debe ser profundamente analizada y llevada a cabo con la mayor responsabilidad.
Tener el recurso disponible, con deficiencias, con momentos de incertidumbre climática, con logros modestos en cuanto al autoabasto, pero con la seguridad de resolver las necesidades cotidianas, con la tecnología y experiencias propias, sin tener que pagar por ellas, es soberanía.
Una sociedad que se organiza en torno a los recursos naturales propios para distribuirlos con justicia, sin tener que esperar a que otro país le resuelva el problema, es lo que se conoce como soberanía.
Hasta la fecha, no hemos podido prescindir de los hidrocarburos convencionales. Las alternativas eólica, termoeléctrica y otras no tienen por qué desplazar a los energéticos que se tienen a la mano, como el combustóleo, el carbón y la energía nuclear. Es lo que tenemos por ahora y, con la transición energética, se encontrará una fuente de energía más saludable.
Recordemos que la propia industria petrolera continúa con problemas de autoabasto por falta de atención a Pemex, por el cese de su mantenimiento para dar paso a la Reforma Energética. Esta reforma promovida por los sexenios neoliberales, tarde o temprano, daría sus resultados negativos.
Ahora es la dependencia que México tiene en un asunto vital como es la energía gasífera. Por eso, en estos momentos de falta de gas, es válido echar mano de todos los recursos con que contamos.
Por ejemplo, la deuda de Pemex, la empresa estatal más importante para la economía mexicana, es uno de los daños más profundos que generó la Reforma Energética neoliberal. Sólo han pasado dos años y un evento climático adverso para que se evidencie la grave dependencia que nos ha dejado la insana relación comercial con el país de Joseph Biden.
No tenemos ni siquiera la posibilidad de recurrir al apoyo de otros países hermanos, como Venezuela, cuyo presidente, Nicolás Maduro, ha ofrecido llevar a cabo pláticas para que México reciba gas venezolano. Aquí se ve, también, el grave sometimiento económico que tenemos ante Estados Unidos, pues, aunque nieguen la vacuna Pfizer y el gas para nuestro país, no podemos buscar la ayuda necesaria en otras naciones. Se ha firmado un convenio como el T-MEC, que nos acarrea una dependencia peligrosa para nuestra seguridad energética.
Ha quedado expuesta, en unos cuantos meses y con un revés climático como las recientes nevadas en Texas, la situación preocupante que representa el hecho de ser socios de Estados Unidos. Es el resultado de no tomar nuestras propias precauciones como la de preparar el almacenamiento suficiente para tener las reservas necesarias y la cantidad de gas que nos permita enfrentar eventualidades como la del clima adverso.
En breves palabras, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha hecho evidente la dependencia que sufre nuestro país: “El apagón se produce porque estamos produciendo energía eléctrica con gas que se compra en Texas. El negocio era comprar el gas, porque ahí estaba el moche y no había políticas para extraer gas. Ahora estamos sintiendo que debemos ser autosuficientes”.
Los problemas pueden resolverse con la independencia, la autonomía y la soberanía nacionales, sólo es cosa de determinar para cuándo.