Cuando en el boxeo se habla de “guerras entre mexicanos” hay que remontarse a duelos épicos, de puro honor y coraje. Púas Olivares contra Chucho Castillo o Rafael Herrera, Carlos Zárate contra Lupe Pintor o Alfonso Zamora. Este último, un combate polémico desde la planeación hasta su final en un zafarrancho enloquecido sobre el cuadrilátero del Forum de Inglewood California, en abril de 1977.
“Con esa pelea Alfonso y yo consolidamos el prestigio de lo que después llamarían guerras de mexicanos”, afirma el ex campeón mundial Carlos Zárate.
Zamora y Zárate eran boxeadores del mítico Cuyo Hernández. No parecía razonable que se enfrentaran dos compañeros de gimnasio. Ambos eran campeones del mundo en peso gallo por diferentes organismos. Los dos estaban invictos; era una locura pelear. Pero ahí radicaba también el tremendo morbo de confrontarlos.
“Había gente que se oponía a ese combate”, recuerda Zárate; “decían que era mejor que cada uno siguiera por su lado”.
El duelo estuvo lleno de accidentes que hoy son anécdotas. La explosión de un transformador eléctrico antes del combate generó pánico. Apenas iniciaba el primer episodio y un intruso irrumpió en el cuadrilátero y fue detenido por la policía.
El combate fue apasionante. Intercambio de golpes sin cesar y el triunfo de la experiencia de Zárate, quien noqueó a Zamora en el cuarto episodio. La temperatura llegó a niveles delirantes cuando el padre del perdedor subió a patear al Cuyo Hernánez y tuvo que intervenir otra vez la policía.
“No sólo fue un combate por el mejor boxeador; a diferencia de las guerras que vinieron después, también se competía por el cariño de la gente”.