Quince largos años han transcurrido desde la explosión en Pasta de Conchos, en la que 65 mineros perdieron la vida. Los cuerpos de 63 de ellos quedaron sepultados bajo toneladas de roca, en donde permanecen por negligencia de tres gobiernos federales al hilo (Fox, Calderón y Peña Nieto) y de la empresa usufructuaria de la concesión, Grupo México, propiedad del tóxico magnate Germán Larrea.
Tres lustros a lo largo de los cuales la supuesta autoridad lo único que hizo fue mantener impune a la empresa, y a su dueño, responsable de garantizar condiciones de seguridad operativa a los mineros. Ahora, con la llegada del nuevo régimen, el primero de mayo de 2019 el presidente López Obrador anunció que “en un acto de justicia y humanidad, el gobierno federal inicia los trabajos de búsqueda de los cuerpos de los trabajadores que quedaron atrapados en la mina Pasta de Conchos. No se escatimarán recursos”. Desde entonces, las acciones de rescate quedaron formalmente a cargo de la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, pero casi dos años después, y más allá de la retórica, no se ven resultados. Tal vez para 2024, si bien va.
Con el correr de los años, ya sin el manto protector de los gobiernos neoliberales y ante el anuncio de que se rescatarían los cuerpos (López Obrador dixit), Germán Larrea cómodamente aventó la papa caliente: “devolvió” la concesión de Pasta de Conchos, una vez más se lavó las manos y dejó que el nuevo régimen se encargara del rescate de los cuerpos y se responsabilizara de los gastos inherentes (“ahí se hacen bolas”), algo que el magnate debió asumir al ser el concesionario de la mina, quien a lo largo de los años no dejó de repetir que “no hay dinero” para tal efecto, amén de que a los deudos les mandó a decir que “es imposible” recuperar los restos mortales.
Pues bien, de acuerdo con su propia información financiera, en los 15 años transcurridos desde la explosión en Pasta de Conchos, Grupo México (léase Germán Larrea) obtuvo más de 30 mil millones de dólares (alrededor de 600 mil millones de pesos) en utilidades netas (limpias de polvo y paja), de los que no destinó un solo centavo para rescatar a los 63 mineros sepultados. ¿Por qué? Porque el tercer hombre más rico de México “no tiene dinero” (sólo en 2006, el año de la explosión, el corporativo obtuvo ganancias por mil 524 millones de dólares).
Con la cara más dura que el concreto, en su informe anual correspondiente a 2006 Grupo México aseguró que “la empresa dio respuesta inmediata y decisiva a este grave accidente (la explosión en Pasta de Conchos), tanto en los trabajos de rescate y de búsqueda de nuestros mineros… Inmediatamente, iniciaron los trabajos de rescate”. Quince años después, los cuerpos de los mineros fallecidos el 19 de febrero del año citado permanecen bajo toneladas de rocas.
En realidad, Grupo México (Germán Larrea) lejos de dar “respuesta inmediata y decisiva”, como lo cacareaba, suspendió –en connivencia con el gobierno foxista– las labores de rescate apenas cinco días después de registrada la explosión, mientras Vicente Fox utilizó al Ejército para contener a los deudos. Además, se amparó para evitar que una resolución judicial lo obligara a iniciar la recuperación de los cuerpos, al tiempo que la empresa aseguró no estar obligada a realizar los trabajos ni ser responsable de los costos y eventuales indemnizaciones por daños.
¡Claro! Le urgía el amparo, porque el rescate de los cuerpos aportará evidencia y demostrará la culpabilidad legal de la empresa en el homicidio industrial cometido en Pasta de Conchos. (Por cierto, ¿adivinen quién forma parte del consejo de administración de Grupo México? Le atinaron: Claudio X. González Laporte).
En fin, 15 años y lo único claro es la impunidad de Germán Larrea y su Grupo México, quienes no dejan de derramar tóxicos por la geografía nacional. ¿Hasta cuándo?
Las rebanadas del pastel
Dios no lo permita: primero, con la Sputnik V, quieren inyectar el comunismo, y ahora, con idéntico propósito, pretenden obligarnos a utilizar gas venezolano. ¡Imagínense! ¡Electricidad con logotipo de Marx, Engels y Lenin! ¡Qué horror!... Un fuerte abrazo para los chamucos: gracias por la invitación.