Como era más que previsible, reventó la historia feliz, el mundo mágico, el cuento de hadas benefactoras que permanente y cínicamente prometieron todos y cada uno de los seis gobiernos neoliberales, con el discurso de que, por medio de las múltiples “reformas modernizadoras” por ellos aprobadas (léase privatización a ultranza), los mexicanos alcanzarían un nivel de bienestar similar al de los noruegos, cuando menos.
Muchos son los ejemplos de esa tomadura de pelo, pero un caso emblemático de esa supuesta historia feliz es el sector energético: a lo largo de 36 años (de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto), los gobiernos neoliberales hicieron todo y de todo para desmantelar la infraestructura productiva del Estado y cancelar la participación pública en la economía, en el entendido de que, prometieron, la soberanía energética del país “siempre estará garantizada”.
Pues bien, derivado de una brutal tormenta invernal en Texas, que congeló los ductos por medio de los cuales se suministra el combustible y, desde luego, como parte de la soberanía energética “garantizada” por los gobiernos neoliberales, de la noche a la mañana y sin notificación de por medio, México se quedó sin el gas natural que requieren las plantas de generación eléctrica. Consecuentemente, se registraron tremendos apagones en algunas zonas de la República.
¿Por qué? Fácil: como parte de la soberanía energética “garantizada” por los gobiernos neoliberales, México importa 90 por ciento de ese combustible de… Texas, y el gobernador de esa entidad, Greg Abbott, prohibió su venta fuera de las fronteras estatales por al menos cuatro días, es decir, las plantas mexicanas de generación eléctrica se quedaron “congeladas” y sin servicio para miles de usuarios en el norte de la República.
Pero el apagón no fue sólo en México. La información disponible indica que desde el pasado fin de semana Texas –el mayor productor de petróleo y gas en Estados Unidos– “se encuentra sin electricidad y con la producción de energéticos interrumpida, debido a las gélidas temperaturas que provocaron la interrupción en el funcionamiento de sus gasoductos y otras instalaciones energéticas” ( La Jornada, Israel Rodríguez y Braulio Carbajal).
Pero ni tardos ni perezosos, los odiadores profesionales, que esparcen fake news por doquier, culparon a López Obrador por impulsar una “contrarreforma energética” (la cual, por lo visto también afecta el clima), dejando a un lado que la pavorosa dependencia energética de México es una de las negras herencias de los gobiernos neoliberales. Y también “olvidan” que, por ejemplo, Vicente Fox, sin más, entregó la Cuenca de Burgos al capital privado (Repsol, por ejemplo), es decir, una enorme región gasífera del norte de la República para que, decía, “alcancemos la autosuficiencia de ese combustible y exportemos el remanente”. ¿Resultado? El de siempre: rotundo fracaso, y nuestro país se convirtió en importador neto de gas.
Vale recordar que como parte del cuento de hadas privatizadoras, tras la aprobación de la “reforma” energética Peña Nieto se animó a decir que “lo más importante es que esta transformación se traducirá en beneficios concretos para todas las familias. Al haber más gas y a menor costo para generar la electricidad, así como una mayor competencia en el sector eléctrico, gradualmente disminuirán los precios de la luz y el gas que pagan los hogares del país”. Ustedes dirán.
El director general de CFE-Energía y CFE-Internacional, Miguel Reyes Hernández, detalló de qué se trata: “¿por qué seguimos contratando gas natural desde Texas? Los contratos se hicieron durante las últimas dos administraciones, de una red de gasoductos privada, no de la comisión. Los contratos de suministro de gas en Estados Unidos son 24; en promedio, cada uno de ellos dura entre 15 y 25 años. ¿De cuánto es el pago que tenemos nosotros cada año? Por transporte y suministro, 135 mil millones de pesos. ¿Qué se contrató? A 25 años, y esto es importantísimo, 30 mil 173 millones de pies cúbicos diarios. ¿Cuál es la necesidad hoy? 2 mil 337; lo que estamos usando no es ni 10 por ciento de lo que contrataron” (Calderón y Peña Nieto).
Las rebanadas del pastel
He allí la soberanía energética “garantizada” por los gobiernos neoliberales, sin olvidar los descarados subsidios a los productores privados.