Las poblaciones afrodescendientes han sido silenciadas y menospreciadas en la historia oficial de nuestro país. Sin embargo, actividades realizadas en años recientes han revitalizado y coadyuvado a que este grupo tenga presencia y, con ello, solicite los derechos que requiere, dijo María Elisa Velázquez durante el conversatorio digital Buenas prácticas de expresiones artísticas y culturales para el empoderamiento de las comunidades locales.
La investigadora y responsable del Programa Nacional de Investigación Afrodescendientes y diversidad cultural en México hizo un balance del proyecto Sitios de memoria de la esclavitud y las personas africanas y afrodescendientes, con motivo de celebrar los cinco años del programa, informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en un comunicado.
En agosto de 2016, recordó la académica, se develó la primera placa de sitio de memoria en la Plaza de Santo Domingo, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, una forma de señalar que las personas africanas y afrodescendientes, conocidas como negras, mulatas, morenas, pardas o prietas, participaron en la construcción de sus palacios, iglesias, conventos y mercados.
De acuerdo con la investigadora, se calcula que entre los siglos XVI y XVIII llegaron alrededor de 250 mil africanos y africanas a los puertos de Veracruz, Acapulco y Campeche. A la Ciudad de México arribaron procedentes de las costas del occidente, así como del centro y sur de África, específicamente de las factorías portuguesas de Cabo Verde, Guinea y Santo Tomé.
Para ella, las comunidades afrodescendientes en la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca son de suma importancia tanto en términos poblacionales como organizativos, pues han luchado por causas como su reconocimiento en la Carta Magna y, por primera vez, la inclusión de la pregunta de autoadscripción en el censo 2020.
Sitios de memoria de la esclavitud y las personas africanas y afrodescendientes es un proyecto –añadió–que se realiza en colaboración con la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) con el objetivo de contribuir a la recuperación de la memoria histórica, para dar lugar a la llamada “tercera raíz” en una idiosincrasia que se creía sólo era producto de lo indígena y lo español.
“Para gestionar los sitios de memoria deben conformarse expedientes y presentarlos ante la Unesco; es fundamental contar con la participación de las comunidades para que estas promulgaciones no sólo queden en placas, sino que puedan aprovecharse y tengan actividades económicas ligadas al turismo.
“La ruta del esclavo es uno de los proyectos adscritos y auspiciado por la Unesco en 2017, el cual decretó otros dos sitios de memoria: Cuajinicuilapa, en el litoral del Pacífico guerrerense, y el Puerto de Veracruz y Yanga, cuyo nombre rinde homenaje al cimarrón que, en el siglo XVII fundó esta población libre para la gente de origen africano”, afirmó Velázquez.
Según el comunicado, desde 2013, con la promulgación del Decenio Internacional para los Afrodescendientes 2015–2024, de la Organización de Naciones Unidas, se ha buscado plantear iniciativas que promuevan mayor conocimiento y respeto a la diversidad de su herencia cultural. Por ello, distintas dependencias gubernamentales, entre ellas, la Secretaría de Cultura federal, se propusieron realizar acciones dirigidas a reconocer la importancia de estas poblaciones.
El diálogo virtual fue una iniciativa del INAH, organizado por el Ministerio Cultura de Colombia y la Organización de los Estados Americanos. Participaron expertos adscritos a los ministerios de cultura de Colombia, Ecuador, Uruguay, Guatemala y México.