Con la inoculación de 30 mil adultos mayores en 70 centros instalados en las alcaldías Milpa Alta, Cuajimalpa y Magdalena Contreras de la Ciudad de México, el lunes arrancó el programa nacional de aplicación masiva de las vacunas contra el Covid-19. Se trata de un avance incipiente de cara al colosal desafío de inmunizar a 126 millones de mexicanos, pero supone un gran logro si se consideran todas las dificultades y obstáculos que han debido salvarse para poner en marcha esta campaña sanitaria sin precedente.
En primer lugar, la vacunación supone un esfuerzo que se remonta a meses atrás para conseguir los biológicos en todas las instancias posibles, ya fuera con farmacéuticas privadas, gobiernos nacionales que impulsaron sus propios desarrollos o por medio de organismos internacionales, como es el caso del Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19 (Covax). Al firmar acuerdos con todos estos actores, México pudo asegurarse compromisos de suministro de 234 millones de dosis de distintas vacunas, pero entre la contratación de los fármacos y su entrega se interponen escollos tanto técnicos –por ejemplo, la falta de capacidad instalada a nivel mundial para la fabricación de cientos de millones de dosis en un plazo de meses– como políticos, entre los que se cuentan actos egoístas de países que han prohibido o retrasado la exportación de los biológicos producidos en sus territorios. En México, el envasado de vacunas a partir de las materias primas adquiridas mediante acuerdos con laboratorios como AstraZeneca o CanSino se ha visto retrasada por el estado de desmantelamiento en el que se encontraba Birmex, la empresa pública dedicada a biológicos, que pasó de ser un fabricante líder del rubro a un mero distribuidor.
También deben mencionarse el esfuerzo de mantener informada a la población por encima de los insistentes empeños de sembrar confusión y desinformación, de descalificar al conjunto o a algunas de las inmunizaciones adquiridas, y difundir bulos tan descabellados como el supuesto vínculo entre las vacunas y el autismo, así como el esfuerzo de proveer herramientas informáticas para el registro de los adultos mayores que desean acceder a una dosis. Debe destacarse la labor del equipo médico, de enfermería, el personal de apoyo –incluidos los denominados Servidores de la Nación–, los cuerpos policiales, la Guardia Nacional y los miembros de la Secretaría de la Defensa Nacional, quienes se movilizaron para hacer posible esta operación inédita.
Las largas filas que debieron hacer los adultos mayores y sus familiares, los retrasos en la apertura de los centros de vacunación y otras fallas durante las jornadas transcurridas mostraron que es necesario afinar la logística y subsanar varios problemas de organización. En especial, debe evitarse que las personas de la tercera edad pasen horas a la intemperie, además de mejorar los mecanismos de información antes, durante y después de las inmunizaciones.
Pero está claro que ninguno de los contratiempos referidos u otros que se han presentado descalifican la gesta nacional de adquirir, certificar, mantener en condiciones óptimas, distribuir y aplicar las vacunas, en la cual la población ha sido protagonista al informarse acerca del proceso y acudir a los centros de manera ordenada y con espíritu cívico. Sería en todo punto mezquino soslayar la conjunción de voluntades formada para superar la emergencia sanitaria más grave que hayan enfrentado las generaciones vivas y como sociedad cabe felicitarse por lo logrado hasta aquí y hacer votos por el éxito en la lucha contra el coronavirus.