Los gobiernos neoliberales y su selecto grupo de empresarios (o al revés, si se prefiere) se sirvieron con la cuchara más grande que encontraron y a lo largo de casi cuatro décadas no tuvieron llenadera. Lejos de ello, institucionalizaron el asalto a la nación, se hincharon de dinero y exprimieron a los mexicanos. Una de las rutas preferidas fue la fiscal, además de las privatizaciones y los contratos leoninos, para atracar al erario.
Una muestra de lo anterior, sólo una, la aporta el Servicio de Administración Tributaria (SAT): “La condonación de impuestos entre 2007 y 2018 (con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto en Los Pinos) significó que las arcas públicas dejaran de recibir 413 mil 258 millones de pesos, cifra actualizada a valores de 2020. En ese periodo, la mayor condonación de impuestos se registró en 2013”, primer año de la administración copetona, “con 226 mil 381 millones, cantidad que representa 54 por ciento del total condonado por el gobierno. El segundo y el tercer años con mayores condonaciones fueron 2008 y 2007 (con el Borolas en la entonces residencia oficial), cuando los montos perdonados por la autoridad tributaria fueron de 87 mil 745 y 56 mil 859 millones, respectivamente, y en ambos casos en valores actualizados a diciembre de 2020”.
Sólo en ese periodo y por ese concepto se embolsaron más de 20 mil millones de dólares (a precios actuales), monto que –nada raro sería– tal vez forme parte de los 93 mil millones de billetes verdes propiedad de mexicanos depositados en el sistema bancario estadunidense, de acuerdo con la información de la Reserva Federal de aquel país, es decir, no sólo atracaron al erario sistemáticamente, sino que, con toda tranquilidad, “exportaron” el producto de su robo a la nación. Así, en la era neoliberal el SAT fue una de las herramientas para desfalcar al erario.
Pero se les acabó el festín. Con la llegada del nuevo régimen se reformó el artículo 28 constitucional para prohibir la condonación de impuestos y, como lo subraya el SAT, “acabar con las malas prácticas en torno a la evasión y elusión fiscal, las cuales ocasionaron graves daños a las finanzas públicas, violentando por años los principios de equidad y progresividad fiscal”. Pero, como se menciona, la citada información del SAT refleja sólo parte del hurto.
Por ejemplo, como se ha documentado en este espacio, una investigación de la Auditoría Superior de la Federación (ASF) detectó que entre 2001 y 2005 el gobierno federal (con Fox en Los Pinos) transfirió casi un billón 200 mil millones de pesos en impuestos al gran capital privado”. En el sexenio foxista, “el SAT pagó al sector empresarial 679 mil 691 millones de pesos por devolución de impuestos (216 por ciento más que la inversión privada en el mismo lapso) y la Secretaría de Hacienda (con Francisco Gil Díaz en la silla principal) benefició con créditos fiscales al sector productivo con 495 mil 807 millones de pesos. En el periodo, el saldo de créditos fiscales pasó de 27.9 a 35.1 por ciento de los ingresos ordinarios del gobierno federal”. En resumen, “0.04 por ciento de los deudores dieron cuenta de 48.3 por ciento del adeudo total”.
¿Qué hizo Calderón nada más asaltar la residencia oficial? La propia ASF da cuenta de ello: publicó un acuerdo (JG-SAT-IE-3-2007) en el Diario Oficial de la Federación para que la Secretaría de Hacienda (entonces a cargo de Agustín Carstens) condonara créditos fiscales por 500 mil millones de pesos (otorgados en tiempos de Fox), la mayoría en beneficio de grandes empresas (bancos, televisoras, consorcios de entretenimiento, telecomunicaciones y editoriales, equipos de futbol, ingenios azucareros, transportistas, constructoras y hasta partidos políticos), es decir, las mismas que hoy no se cansan de gritar, chantajear y difundir fake news. ¿Por qué será?
Las rebanadas del pastel
Primer día de vacunación en un módulo de la Magdalena Contreras: entre los aspirantes, una señora con indumentaria y actitud digna de cena de gala gritaba, duro que dale: “¡Qué desorden!; esto no pasa en Miami!” Transcurrida media hora, su actitud colmó la paciencia a uno de los ahí congregados, quien le dijo, en un tono no muy amable: “¡Señora, váyase a Miami y deje de estar chingando!” De cualquier forma, la dama se vacunó, y no en Miami.