Madrid. Joan Margarit i Consarnau, el poeta de la confesión íntima, el escritor y arquitecto catalán que sufrió en carne propia el intento de castración de su propia lengua materna por parte de la dictadura franquista, murió ayer a los 82 años, víctima de un linfoma. En una de sus últimas apariciones públicas, cuando su salud ya era precaria, recibió en su propia casa el Premio Cervantes 2019, en una ceremonia en la que él mismo, con el puño en alto, lanzó una oda por la libertad: La libertad es una librería. / Ir indocumentado. / Canciones que una vez nos prohibieron. / Una forma de amor, la libertad. Su fallecimiento provocó un hondo pesar en el mundo de la cultura de España y de Cataluña.
Quienes conocieron a Joan Margarit exaltaban sobre todo su bondad y su sabiduría. Era una persona reflexiva, profunda, que evocaba las figuras de los anacoretas que alcanzan las cotas más altas del conocimiento por su obstinada dedicación y su manera de observar el mundo. Margarit i Consarnau, nacido en Lleida (Cataluña), en 1938, se consideraba a sí mismo tanto poeta como arquitecto. Pero, sobre todo, un defensor de ese mundo imaginario de Babel, en el momento previo a la dispersión de la lenguas, convirtiendo esa supuesta armonía en un ideal utópico que lo mismo anhelaba en sus versos que en sus intervenciones arquitectónicas, entre ellas la culminación de una de las obras cumbre de Gaudi, la catedral de la Sagrada Familia de Barcelona.
Margarit nació en plena Guerra Civil y creció bajo el yugo de la dictadura fascista de Francisco Franco (1939-1976), que le intentó arrebatar desde muy pequeño una de sus esencias, su lengua materna, el catalán. Por eso recordaba con amargura e incredulidad aquella época en la que era niño y que el cura del barrio, el policía o el maestro le daban un coscorrón y le censuraban que hablara en catalán. “¡Niño, habla en cristiano!”, le decían.
Él, empecinado en cultivar sus esencias, escribió sobre todo en catalán, pero libros primero en español. Ambos idiomas los dominaba, incluso él traducía sus propios poemas de una lengua a otra, en lo que a su juicio suponía un desdoblamiento literario en el que nacen no uno, sino dos poemas distintos.
Margarit inició su andar literario en 1963, cuando se decidió a publicar su primer poemario: Cantos para la coral de un hombre solo. En aquella época, en la que los creadores estaban sometidos a la severidad de la censura, dedicó la mayor parte del tiempo a su labor como arquitecto, construyéndose un prestigio que le catapultaría a ser referencia y uno de los máximos expertos en el influjo del modernismo en las ciudades europeas, teniendo como referencia a Barcelona.
Después de un largo paréntesis rompió de nuevo el silencio en 1975, cuando publicó su segundo libro, también en español, Crónica, que le situaría en la órbita de los poetas de referencia de aquella generación, en la que había una lucha soterrada por la libertad. Cuando cae el régimen y España transita a la democracia, Margarit ya se siente con la plena libertad de publicar sus libros en catalán, como así hizo desde 1980, con libros fundamentales para entender su obra poética: Vell malentès (1981), Cants d’Hekatònim de Tifundis (1982), Mar d’hivern (1986), La dona del navegant (1987) y Càlculd d’estructures (2005). En las próximas semanas aparecerá un nuevo poemario suyo, titulado Animal de bosque, editado por Visor.
En su faceta de divulgador cultural, Margarit tradujo al castellano y al catalán la obra de otros poetas como Thomas Hardy, Elizabeth Bishop y Rainer Maria Rilke.
Entre los galardones que recibió destacan el Premio Nacional de Poesía 2008 del Ministerio de Cultura por la obra Casa de misericordia. En 2013 le fue concedido en México el Premio Víctor Sandoval Poetas del Mundo Latino (a la obra completa), conjuntamente con José Emilio Pacheco (1939-2014). En 2017 fue distinguido en Chile con el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda y en 2019 se le confirió el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Cervantes.