¿Qué mal podía hacer crear una ciudad?
La primera, la única y en su centro la torre.
No lo aclara la Biblia.
Lo que dice es que estábamos cerca de construir por vez primera alguna cosa seria.
La maldad de aquel Dios es lo único claro en el relato de Babel.
Troceó aquella lengua en miles de otras lenguas.
Es tan triste pensar que la lengua materna es nuestro propio mérito.
Y que es una riqueza que haya miles de lenguas.
Ahí es donde empezó o bien nuestro fracaso, o bien donde surgió en el lugar de los dioses alguna nueva inteligencia humana con la que he convivido ya más de 80 años.
Quizá ha acabado el tiempo de Babel y ha comenzado el nuestro, dependiendo tan sólo de una fuerza, la que mantiene el cielo de la noche alrededor de mí y de los que amo.
Bien protegidos y al abrigo de lo peor de todo, que es la nada.
* Poema publicado con autorización de Editorial Visor