Dilma Rousseff, ex presidenta de Brasil, subrayó la importancia de la democracia en América Latina frente a las guerras comerciales y legales del neoliberalismo y resaltó, en ese sentido, los triunfos “que barrieron en la región y llevaron al restablecimiento de gobiernos populares, en México con Andrés Manuel López Obrador, en Argentina con Alberto Fernández, en Bolivia con Luis Arce y en Ecuador con la victoria de Andrés Arauz en primera vuelta”.
Rousseff participó este lunes en los foros para la Evolución mexicana, convocados por la dirigencia del partido Movimiento Ciudadano, y ahí –vía remota– describió que el debilitamiento de los estados democráticos ha sido auspiciado por los ataques sistemáticos, en forma de golpes de Estado o de lawfare (guerra jurídica).
Explicó que un caso típico de estas guerras jurídicas fue la que se emprendió con la operación Lava Jato (Lavado Rápido), que se aplicó como “uno de los principales instrumentos de degradación institucional en Brasil, comandado por un juez parcial y manipulador, ya desenmascarado públicamente. Lava Jato interceptó al mayor líder popular de la historia de Brasil (Luis Inacio Lula da Silva) impidiéndole concurrir a las elecciones presidenciales de 2018. Y permitió así la elección de un ultraderechista, Jair Bolsonaro”.
Excluir de las elecciones
Esto es, explicó, se emplea la ley como arma para destruir a los líderes opositores, transformados en enemigos a los que hay que proscribir en las elecciones, y presentó como ejemplos de esa mecánica, además del encarcelamiento de Lula, en Brasil, los juicios contra Cristina Fernández de Kirchner, en Argentina, y Rafael Correa, en Ecuador.
Se trata de estrategias que se utilizan para eliminar las medidas de afirmación de la soberanía, fortalecimiento del gasto social y desarrollo inclusivo, adoptadas por gobiernos elegidos popularmente, agregó. Y en respuesta ante estas políticas, “las élites locales e internacionales comenzaron a revertirlas, con el objetivo de imponer la agenda neoliberal a través de la guerra híbrida, instituyendo el nuevo patrón de golpe de Estado, aunque sin tanques en las calles y el cierre del Congreso, pero igualmente devastador”.