Como era deseo universal, el Senado de EU consideró procedente el juicio político (impeachment) que la Cámara de Representantes había ya decidido el pasado 6 de enero al votar, mayoritariamente, por ejercer su derecho a promover ante la llamada Cámara Alta, es decir, el Senado, el inicio de un procedimiento legal contra Donald Trump a quien, evidentemente, era ya imposible, aunque fuera considerado culpable de los cargos que se le imputaban, destituir.
Pero lo que importaba no era ya el pasado, sino el futuro. Lo trascendente de este momento, más que exhibir al responsable de la vergüenza, el descrédito, el deshonor en que por cuatro años se había empeñado en sumir a la nación hegemónica del mundo de nuestros días, consistía en cancelar de golpe la menor posibilidad de que esta tragedia volviera a repetirse. El objetivo de este juicio se resumía en cuatro dígitos: 2 0 2 4. Había que eliminar toda posibilidad de que este horrendo murciélago coronaviresco resurgiera, no de sus cenizas, sino de sus inmundicias. Era imprescindible acabarlo, pero no con una o dos aplicaciones de vacunas, sino de un sólo palmetazo: 17 senadores republicanos que acompañaran a los demócratas, en una votación de: 50 + 17 = a dos tercios de los votos requeridos por la Constitución eran la mágica solución. Pero resulta que los demócratas no los juntaron. Pregunto: ¿y si los demócratas hubieran acordado con los previsibles precandidatos republicanos a la presidencia en 2024 (cuatro o cinco, cuando menos) juntar entre todos esos votos (10), para librarse de la amenaza común de Trump como candidato en 2024? Al final triunfaba uno, pero ganaban los otros cuatro. Qué falta de información sobre los gestores priístas capaces de acordar entre irreconciliables enemigos históricos el “Pacto por México”. Perdón, perdón, me olvidaba: y ahora también las múltiples coincidencias ideológicas que hallan en cada estado el PRI, el PAN y la Divina Providencia.
La selección que realizó la lideresa demócrata doña Nancy Patricia D’Alessandro Pelosi, de los representantes demócratas que ahora, en su función de fiscales, deberían mostrar y demostrar la evidente culpabilidad del acusado, fue excelente, pero equívoca: el jurado no estaba conformado por jueces, ministros, magistrados, por ministros juramentados con la observancia de la ley, sino por políticos, por partners, socios, por pares a quienes no les importaban las normas constitucionales, sino los intereses y compromisos a los que ellos se debían. El comportamiento resultó un reflejo condicionado. Los senadores/jueces votaron… por sí mismos y “la ley se hizo”: the monster is free.
Continuamente recibo en mi correo ideas, propuestas, críticas, chascarrillos, que considero debo compartir, otorgando, por supuesto, los merecidos créditos a sus autores y, reservándome el derecho de expresar mi desacuerdo si no comparto sus puntos de vista. Va el primero de ellos.
¿Qué dirían los filósofos de muy diversas concepciones, épocas y sobre estos tiempos de coronavirus? HERÁCLITO: nadie se infecta dos veces del mismo virus. La segunda vez, el virus y tú ya son otros. DIÓGENES: muerto el virus, acabada la pandemia. PITÁGORAS: el virus es la medida de todas las cosas. SÓCRATES: ¿cómo hiciste para no engordar en cuarentena? “Sólo sé que no cenaba”. PLATÓN: ¡quédate en la caverna! ARISTÓTELES: el virus sólo está cumpliendo su rol en el cosmos al infectar cuerpos. SAN AGUSTÍN: la medida del amor es amar desde lejos. DESCARTES: habito, ergo sum. MAQUIAVELO: el virus justifica los miedos. ROUSSEAU: el hombre es bueno por naturaleza, pero el virus lo corrompe. HOBBES: el virus es un lobo para el hombre. KANT: vemos el virus no como es, sino como yo creo que es. HEGEL: tesis: quédate en casa; antítesis: quédate en casa; síntesis: quédate en casa. MARX: trabajadores del mundo, ¡apártense! NIETZSCHE: quédate en casa, por más difícil que te sea soportar tu propia presencia. KIERKEGAARD: el virus es el vector de la angustia. DERRIDA: el objetivo de todo virus es la deconstrucción del cuerpo. CAMUS: la existencia del virus es un absurdo. Z. BAUMAN: la mayor evidencia de la sociedad líquida es su dependencia del alcohol. FOUCAULT: estos métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo es lo que podemos llamar virus. J. P. SARTRE: nada que rectificar, el infierno son los otros. ¡No salgas! HANNA ARENDT: para el virus, matar es una tarea banal y cotidiana.
A mi adorada corresponsal, la licenciada Rosa Marta Rodríguez, que suele enviarme geniales correos, le solicité el nombre del autor de éste, para darle el merecidísimo crédito, pero resulta que a ella se lo envió una amiga y a esa otra y otra. Pero ya decidí que cada vez que encuentre algo que me parezca debo compartir, lo haré sin recato. El reconocimiento al ingenio y sapiencia populares es una vieja costumbre que conservo.
Twitter: @ortiztejeda