Mazatlán, Sin., Entre sembradíos de jitomates y chiles, los niños hablantes de lenguas originarias acuden a la sala de lectura Chantle de Tlamastile (la casa de los libros en náhuatl) de Bianca, instalada en el hogar de una familia de jornaleros agrícolas que llegaron de la sierra de Guerrero para emplearse en la región del valle de Teacapán, municipio de Escuinapa, en el sur de Sinaloa.
La idea surgió entre Bianca y su ex profesora de primaria Marisol Lizárraga, quien la asesoró para que pudiera recibir el acervo del programa nacional Salas de Lecturas, apoyado por su directora, Sofía Trejo Orozco, como parte del proyecto Cuentos y Leyendas en Lenguas Originarias Zapoteca, Mixteca y Náhuatl.
La niña también fue respaldada por la legisladora local de Morena Flor Emilia Guerra Mena, quien dotó de mobiliario y una computadora la biblioteca para que Bianca, sus hermanos y otros niños tuvieran acceso a herramientas tecnológicas.
Bianca, con una gran sonrisa, dijo que es feliz por los apoyos recibidos. Contó que desea ser maestra o enfermera, pues quiere un destino distinto para su familia, que trata de salir de la marginación, pero para lograrlo tendrá que seguir apoyando a sus padres como jornalera.
Desde el año pasado la pandemia del coronavirus ha obligado a Bianca, de 12 años y alumna de sexto grado en la primaria José M. Nevares, a iniciar el proyecto junto con sus hermanos Gustavo, de cuarto, y Noel, de segundo de secundaria, y acudir a hacer sus trabajos escolares al cibercafé del pueblo.
Bianca explicó que ella y sus hermanos “van poquito al campo” y está a favor de que los niños indígenas trabajen con sus padres, pues es la única forma para reunir un poco más de dinero entre toda la familia.
Consideró injusto que las autoridades bajen de los vehículos a los hijos de los jornaleros, pues además de que se reduce la ganancia la mayoría de los pequeños no tienen quien los cuide y se quedan solos en sus viviendas.
La familia de Bianca renta en Teacapán una vivienda de dos cuartos con piso de tierra y techo de lámina desgastada y vieja; en el dormitorio cuelgan un par de hamacas y la otra habitación hace las veces de estancia y cocina.
La niña aseguró que aquí “se vive un poco mejor que en Copalillo, pues allá no hay ni agua potable”.
Los papás de Bianca, Baldomiano Ramírez y Juana Mauricio, son originarios de la sierra indígena náhuatl de Copalillo, Guerrero. Llegaron a Teacapán cuando su hija tenía siete años a trabajar en los campos del corte del chile.
Detalló que junto con sus hijos han aprendido a sembrar, plantar, limpiar, amarrar y a hacer los diferentes cortes del chile, así como a llenar cajas y a cobrar por kilo o arpilla.
El padre argumentó que el empleo es agotador y siempre dice a sus niños que lo mejor es concentrarse en la escuela para que saquen a su familia adelante; por eso se esfuerzan por pagar servicio de Internet, pues es más barato que ir a un cibercafé o comprar un teléfono celular.