Ciudad de México. Si algo caracteriza a Pablo González Casanova es la coherencia. Una vida donde el amor y la lucha se entrecruzan. Amor para vivir la vida en plenitud y luchar por hacerlo posible. Sin esa capacidad de amar, su obra no tendría sentido. Pero no hablamos del amor como prédica moralizante: “sólo estamos destacando el hecho de que biológicamente, sin amor, sin aceptación del otro, no hay fenómeno social, y que si aun así se convive, se vive hipócritamente la indiferencia o la activa negación”. Así lo expresan los neurobiólogos Francisco Varela y Humberto Maturana.
Pablo González Casanova no vive en la hipocresía, ni en el engaño, por el contrario, lo denuncia con fuerza. Desen-traña las lógicas del poder, explica su funcionamiento, descubre sus debilidades. Llama a las cosas por su nombre. Es la lucha por la libertad, la justicia, la democracia y la igualdad, pero sobre todo la lucha contra la explotación del hombre por el hombre, del hombre hacia la naturaleza, del hombre sobre la mujer, de la sociedad de clases y castas contra los pueblos originarios, lo que guía su trabajo. Son los valores del humanismo lo que da sentido a su praxis teórica y política. Su obra es un alegato contra la violencia estructural del capitalismo en todas sus forma, entre otras el colonialismo interno.
Pablo González Casanova no rehúye el debate, lo alienta, lo desarrolla. Realiza propuestas y las pone sobre la mesa. Abre las ciencias sociales a un conocimiento emancipador. Su reflexión tiene la pausa del sabio, de quien no se deja llevar por las modas académicas. Ante la adversidad responde con ideas, no con insultos. Sus silencios hablan. Une pensar y actuar, en sus análisis no hay dobleces. Así lo subraya en su obra Las Nuevas Ciencias y las Humanidades. De la academia a la política: “la victoria de los seres humanos es posible como lo es luchar por ella con toda la herencia del pensamiento crítico y del pensamiento tecnocientífico, a sabiendas de que no habrá soluciones sin contradicciones, ni contradicciones sin negociaciones, ni luchas que enfrenten a la democracia, la liberación y el socialismo en combinarlas y articularlas con prioridades, énfasis y adaptaciones que los tiempos y las fuerzas exijan. Unos darán más importancia a un objetivo, otros a otro, pero todos en uniones crecientes y no necesariamente lineales, de ciudadanos, trabajadores y pueblos. Las dificultades de concebir y construir una alternativa al mundo actual no se resuelven con categorías simples ni disyuntivas maniqueas”.
No escribe para gustarse, ni gustar. Sus trabajos incomodan al poder, a los gobiernos y dirigentes corruptos, a las plutocracias y los seudointelectuales. Su pensamiento es radical, rupturista. En él no caben los dogmas. A sus enemigos, esta actitud y su compromiso militante con Cuba y el EZLN les irrita, genera descalificaciones, o directamente optan por el recurso fácil del insulto. Pero no se deja amedrentar. En este 2021, cumple 99 años, casi un siglo, y no claudica. Al contrario, se reafirma y persevera, es ejemplo. Decidió que su lucha y su amor van unidos a las luchas por la dignidad. Su compromiso, su militancia, busca crear, fortalecer pensamiento alternativo. Hoy concentra en ello sus esfuerzos. Trata de articular, dirá, un saber para ganar, no sólo para resistir. Un pensamiento que integre todas las corrientes del humanismo. Proporcionar armas para luchar en el campo de la teoría como parte de la lucha política. Este objetivo ha sido su horizonte: unir conocimiento y luchas sociales con una alternativa anticapitalista. Así lo expone en La Democracia en México: “alentar la investigación científica de los problemas nacionales, pues mientras no tengamos una idea clara, bien informada de la vida política en México, ni las ciencias sociales habrán cumplido con una de sus principales misiones, ni la acción política podrá impedir serios e inútiles tropiezos (…) El carácter científico que puede tener el libro no le quita una intención política(…) buscar así una acción política que resuelva a tiempo, cívica, pacíficamente, los grandes problemas nacionales”.
En todas sus responsabilidades, rector de la UNAM, secretario ejecutivo de Flacso, decano de la Facultad de Ciencias Sociales, director del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, o profesor e investigador emérito, deja su impronta. Honradez, compromiso y dignidad. Su amor y su lucha, es generosa y vital. Luis Hernández Navarro, en artículo titulado “Pablo González Casanova: el amor y la lucha”, destacó estas palabras de don Pablo: “nos toca un periodo sin precedente en la historia de la humanidad. Nuestra lucha ya no es sólo por la libertad, justicia y democracia, es, de hecho, por la vida misma.”