Barcelona. El independentismo logró una victoria histórica en las elecciones autonómicas celebradas este domingo en Cataluña, al obtener en conjunto más de 52 por ciento de los votos y 74 de los 135 escaños del Parlamento, seis más que la mayoría absoluta necesaria para la formación de gobierno. La clave estará en que las fuerzas secesionistas -Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Junts per Catalunya (JxCat) y Candidatura de Unidad Popular (CUP)- alcancen un acuerdo y superen las tensiones y la división.
La formación política más votada fue el Partido Socialista de Cataluña (PSC), con 33 diputados y 22.98 por ciento del electorado, pero se ve difícil que llegue a encabezar el Ejecutivo catalán, ya que los independentistas se comprometieron a vetar a su formación de los pactos de gobierno.
Pisándole los talones quedaron las dos formaciones del gobierno regional, ERC con 33 escaños y JxC con 32.
La izquierdista e independentista CUP aumentó su participación a nueve bancas respecto a las cuatro que ganó en 2017.
Si bien el ex ministro de Sanidad y candidato Salvador Illa tendrá muy difícil gobernar, ya que depende de una alianza tripartita de partidos de izquierda en la que tendría que convencer al secesionista ERC.
En el otro extremo, la principal novedad fue la irrupción con fuerza del partido de extrema derecha Vox, que obtuvo 11 escaños superó tanto al Partido Popular (PP) como a Ciudadanos.
En unos comicios marcados por la crisis sanitaria del Covid-19, que supuso que mucha gente prefiriera quedarse en casa a exponerse a un posible contagio en los colegios electorales, la jornada transcurrió con las excepcionalidades impuestas de seguridad. De hecho, la participación también estuvo condicionada por esa circunstancia, al ser una de las más bajas de la historia, de tan sólo 53.5 por ciento del conjunto del electorado, que suma cinco millones 600 mil personas.
Con esa participación históricamente baja, el más beneficiado fue el llamado bloque independentista, que alcanzó unas cifras nunca antes vistas en la región y que refrendan de alguna manera la estrategia emprendida en la última década por el movimiento independentista.
El partido más votado del secesionista fue ERC, con 33 escaños y 21,35 por ciento de los votos, lo que permitirá a su candidato, Perè Aragonés, tomar la iniciativa en las negociaciones para la formación del futuro gobierno.
Si se cumple el pacto firmado entre las tres formaciones independentistas -de impedir a como de lugar la investidura del socialista Illá, ERC tendrá que sumar a su causa a los 32 diputados de JxCat, bajo el liderazgo de Laura Borrás, y a los nueve de la CUP, quizá el escollo más complejo dada su condición de formación anticapitalista y radicalmente independentista, que exige, entre otras cosas, una hoja de ruta para declarar de forma unilateral la independencia. Algo parecido a lo ocurrido en 2017.
Aragonés anunció en su discurso de noche electoral que dado que el “independentismo ha vuelto a ganar las elecciones y ha hecho historia, se inicia así una nueva etapa para conseguir la amnistía y la autodeterminación. Tenemos una fuerza inmensa para conseguir el referéndum y la república catalana”. Y lanzó un mensaje al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, “es la hora de resolver el conflicto, sentados en una mesa para dialogar”.
"Cataluña ha hecho historia por primera vez, el independentismo supera 50 por ciento de votos y el país inicia una nueva etapa. Tenemos una fuerza inmensa para conseguir la amnistía y la autodeterminación, el referéndum y la República catalana", manifestó el también vicepresidente catalán, Pere Aragonès.
El PSC, que fue el partido más votado, alcanzó su mejor resultado en más de veinte años, pero en cualquier caso insuficiente para formar gobierno. Sobre todo por la falta de apoyos suficientes en el resto del arco parlamentario, en el que sólo tiene garantizado el acuerdo con En Comú Podem (la marca electoral de Unidas Podemos en Cataluña), que logró los mismos ocho escaños que en los comicios del 2017.
Muy lejos de la mayoría absoluta, con lo que su única opción sería convencer a ERC que se sumara a la formación de un gobierno de izquierdas, que gozaría de una holgada mayoría absoluta de 74 escaños. A pesar de la dificultad del pacto, Illa anunció que se presentará a la investidura y que intentará la formación del gobierno.
El PSC fue uno de los grandes beneficiados de la debacle electoral de Ciudadanos, que pasó de ser la fuerza más votada en la región en 2017 -con 36 escaños- a obtener únicamente seis, convirtiéndose en el gran derrotado de la jornada electoral. Junto al Partido Popular (PP), que pasó de cuatro a tres diputados y obtuvo su peor resultado en la historia.
Una gran parte de esos votantes fueron los responsables de la irrupción del partido de extrema derecha Vox, que era la primera vez que se presentaba y que logró 11 diputados, casi ocho por ciento del electorado. Es decir, que más de 215 mil ciudadanos catalanes decidieron apoyar al discurso extremista, xenófobo y antinacionalista de esta formación política.