Los primeros 20 segundos del combate en San Antonio, Texas, en octubre de 2020, Isaac Cruz encarnó al personaje al que debe su apodo, el Pitbull. Apenas un parpadeo en el inicio del primer episodio durante los cuales el estadunidense Diego Magdaleno soportó una andanada de golpes temibles. Apenas tuvo un respiro, como para alargar la agonía, y de nuevo el adversario lo castigó para noquearlo en menos de un minuto. Eso le valió ganarse analogías fáciles e inmediatas que lo nombraron como el Tyson mexicano.
“Tenía que demostrar en Estados Unidos quién soy”, comenta el Pitbull Cruz; “todos nos preparamos para una pelea, no para un nocaut, pero yo tenía que aprovechar esa noche en San Antonio, era el respaldo de la contienda de Gervonta Davis, así que no le di tregua a Magdaleno y lo hice en unos segundos”.
Cruz volverá a pelear el próximo 13 de marzo en Connecticut, ahora contra el español Jon Fernández, en la cartelera que protagoniza David Benavídez. De nuevo, el Pitbull está concentrado en sorprender al público estadunidense, el mercado que le interesa por las oportunidades, los sueldos y la proyección.
“Mi mirada está puesta en la clasificación, donde quiero instalarme como retador oficial de peso ligero de la FIB para poder enfrentar a Teófimo López.”
El Pitbull parece enardecido de la adrenalina que lo invade en sus combates. Esa voluntad le hace menospreciar la práctica de los promotores que protegen a sus peleadores al enfrentarlos con rivales de menor capacidad.